Los formadores, los seminaristas y sus párrocos en la misa de inicio de curso el pasado sábado 9 de septiembre.

¿Puede un niño o un adolescente querer ser sacerdote?, ¿no es muy pequeño para tener vocación? En el Seminario Menor, ¿puede entrar cualquier niño?, ¿con qué edad?, ¿qué se pide? ¿estudian ESO y bachillerato normal?, ¿cómo es su día a día? Son preguntas que se hacen los padres cuando su hijo pequeño les sorprende diciendo “quiero ser sacerdote” o “quiero entrar en el Seminario”. En Xàtiva les ayudan a encontrar su vocación y a responder con libertad a la llamada del Señor.

❐ BELÉN NAVA | 28.9.23
“Me gustaría pedir a todos los que lean estas palabras que recen por nosotros. Que recen por los formadores, para que seamos buenos sacerdotes. Y por los chicos, para que cada uno pueda encontrar su vocación y para que respondan con libertad y por amor”. No son palabras de las que escribe este reportaje sino de Pablo Soriano, rector del Seminario Menor en Xàtiva. Y ojalá, ustedes, tras leer estas líneas, se animen a hacerlo.

Dice un documento de la Conferencia Episcopal Española sobre los Seminarios Menores que “algunos niños y preadolescentes cuando piensan qué van a ser el día de mañana, qué carrera van a estudiar o qué profesión van a ejercer, se pueden plantear con toda naturalidad ser sacerdotes. Aún no saben exactamente qué supone dicha vocación, pero su capacidad de entrega y de correspondencia al amor de Dios puede ser tan generosa como la de un adulto, aunque le falte todavía la madurez necesaria para que su opción sea plenamente responsable. Pero sí lo suficiente para que la orientación de sus deseos y de su voluntad le lleve a tomar la decisión de unos determinados estudios o de ir al Seminario” (“Habla, Señor”. Valor actual del Seminario Menor, CEE).

“El Seminario Menor es una ayuda que pone la Diócesis para que los jóvenes que quieren entregar su vida a Dios siendo sacerdotes, y que intuyen una llamada hacia ese camino, puedan reconocer más fácilmente la llamada de Dios, su vocación, su misión, y se hagan más capaces de corresponder, con libertad y con alegría”, explica Pablo que empieza su quinto curso en el Seminario Menor de Valencia, el tercero como máximo responsable.

“El Seminario Menor es una casa de discernimiento”, indica. “Entrar al Seminario Menor no garantiza que uno vaya a ser sacerdote. Lo que buscamos es que cada joven encuentre su vocación, la que Dios quiera. Queremos que cada joven crezca, madure; que sean jóvenes alegres, serviciales, ordenados, diligentes en el estudio, generosos, buenos amigos de sus amigos…”. “Es un lugar donde madurar. Queremos que si al acabar el Seminario Menor quieren seguir discerniendo su vocación en el Seminario Mayor, su sí a Dios sea más maduro: alegre, sincero, libre y por amor”, explica Pablo ordenado sacerdote desde hace 8 años al que su labor pastoral le ha llevado al Rincón de Ademuz “donde fui muy feliz. Ahora también me siento un privilegiado por poder acompañar, junto con Sergio y Daniel (formadores) a estos jóvenes que se plantean valientemente si Dios les llama a ser sacerdotes”.

“La suerte que corre el peón en las partidas de ajedrez es que puede convertirse en una pieza de mayor valor”. Con esta frase, Sergio Pelarda define “su suerte al ser destinado como formador en el Seminario Menor. Ser sacerdote es un regalo, pero cuidar de la vocación y ayudar a discernir a jóvenes que es lo que Dios tiene preparado para ellos… tiene un valor incalculable”. Ordenado sacerdote el año 2021, este es su tercer curso como formador del Seminario Menor. “Siempre miré al Menor con dudas y mis hermanos seminaristas que habían pasado por esta casa me decían que solo viviendo aquí podría entender lo que suponía. ¡Cuánta razón tenían! El Menor es como una familia en la que los chavales crecen, pero el que más crece es uno mismo”, señala.

Sin lugar a dudas define su actual misión pastoral como formador del Menor como “uno de los regalos más grandes que Dios me ha dado. La adolescencia no es nada fácil. La aceptación de la propia persona a nivel físico, psíquico y social es algo con lo que luchan cada día. Para cualquier joven ser aceptado dentro de un grupo es un reto. Muchas veces, me siento pequeño delante de un grupo de adolescentes que no tienen miedo de decir abiertamente al mundo que son cris1anos comprometidos con su Iglesia y dispuestos a hacer la voluntad del Señor. Ellos son un ejemplo de entrega, testimonio y obediencia a la voluntad de Dios. Es una suerte que nuestra diócesis se preocupe por este grupo de chavales que le preguntan al Señor: ¿qué quieres de mí?” .

Pero, si en las partidas de ajedrez el peón puede llegar a ser una ficha mayor, es gracias al jugador que le muestra el camino. “En mi caso -indica Sergio- tengo la suerte de jugar esta partida con Don Pablo Soriano, rector, y con Don Daniel Francés, director espiritual. Los tres formamos un trinomio en el que no dejo de aprender cada día que pasa. Siendo muy diferentes, cada aportación nos ayuda a crecer individualmente y como equipo. Su testimonio sacerdotal, su prudencia, su entrega y su sencillez están siendo en mis años iniciales de ministerio las primeras baldosas que Dios está poniendo en mi camino de entrega sacerdotal”.

Y concluye con unas palabras de Benedicto XVI en las que aseguraba que “el seminario: más que un lugar, es un tiempo significativo en la vida de un discípulo de Jesús.” Y, en este tiempo de discipulado de los chavales y mío, es en el que estoy viviendo “como un grupo de jóvenes, colmados de asombro, le dicen en la oración al Señor: ¿por qué precisamente a mí? Pero el amor no entiende de “porqué”, es un don gratuito al que se responde con la entrega de sí mismo.” Muchos hemos experimentado que la única manera de ser felices plenamente es entregándonos al Señor. No dejemos de animar a los niños, adolescentes y jóvenes a marchar decididos por el camino que Dios les marque”.

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