Benjamín Zorrilla en una imagen de archivo, en el cementerio de Valencia.

L.B. | 08.04.2020

“La Iglesia siente dolor por no poder acompañar al difunto ni a la familia y hacerle una despedida desde la fe”. Benjamín Zorrilla, capellán del Cementerio General de Valencia, está viviendo estos momentos de pandemia “con gran tristeza y dolor”.

El cementerio está cerrado. Sólo pueden acompañar en la despedida al difunto tres personas y, si la familia lo pide, un sacerdote. No pueden celebrarse funerales sino sólo rezar un responso junto al nicho, pues los servicios religiosos están prohibidos y la capilla del cementerio cerrada para evitar el contacto de la gente y el posible contagio del coronavirus.
Por eso, los capellanes del cementerio indican a las familias que más adelante, cuando pase el estado de alarma y el confinamiento, se podrán celebrar los funerales que ahora no han podido hacerse. “Los capellanes estamos muy pendientes y ya nos estamos preparando para lo que va a venir después: muchos funerales, para que pueda estar presente toda la familia -nietos, hermanos, sobrinos- y los amigos del fallecido”, indica Zorrilla.

En la misma situación se encuentran las personas que son incineradas. “Ahora los familiares se están llevando las cenizas a casa en una urna y, cuando pase todo, haremos los funerales y las enterraremos”.

No se cierra el duelo
Benjamín Zorrilla reconoce que a los capellanes esta situación les está “doliendo muchísimo”. Zorrilla ofrece la misa que celebra cada día en su casa por los enfermos y las personas que han fallecido y no han podido ser acompañadas. Y todos los días le piden intenciones por gente que acaba de fallecer. “Tengo el corazón roto”, añade.


También constata que las familias van muy heridas. “Están destrozadas, con mucho sufrimiento porque no han podido acompañar a su familiar en la enfermedad y han muerto solos”. Esto, según Zorrilla, está provocando que el duelo se tenga que vivir de una forma completamente nueva. Cada día atiende cuatro o cinco videollamadas de familiares de fallecidos que necesitan hablar y recibir una palabra de consuelo y esperanza.


Habitualmente te puedes despedir de tu familiar, se le acompaña en el hospital y te rodean los amigos, pero ahora todo es vacío. “No le puedes dar la mano, un beso, pedirle perdón ni decirle que le quieres. Las relaciones humanas están siendo muy dañadas. Este duelo es distinto, no se ha cerrado y van a necesitar una atención especial”, subraya.


En situaciones normales, los capellanes están con las familias, les acompañan, hablan con ellas, les dan consuelo y paz, pero hoy esto no pueden hacerlo. Por eso, cada vez más les llaman buscando una palabra de esperanza. “Tengo el corazón herido y estoy rezando mucho por todas estas personas”, recalca.


Y es que si para todos es duro que su familiar fallecido durante el estado de alarma haya estado solo, para los familiares de los muertos por coronavirus el dolor es doble, “pues al proceso de muerte que no pueden acompañar añaden la sorpresa. Todo esto está provocando muchísimo sufrimiento”, expresa.


Para paliar en lo posible este dolor, el capellán recomienda que se pongan la foto de la persona enferma junto a una imagen que tengan en casa y recen. “Que tengan ese momento de intimidad con el enfermo a través de la fotografía y le cuenten todo lo que le dirían si lo tuvieran delante pero no pueden por las circunstancias. Además, pueden encomendar el alma de la persona a la Virgen o a un santo”. Y por supuesto, que “no olviden que cuando todo esto termine podremos celebrar el funeral”.


Esperanza
En medio de toda esta situación de caos y sufrimiento, Benjamín Zorrilla también ha encontrado muchas “sorpresas” de gente que el tema de la fe lo tenían adormecido y ahora “se están replanteando muchas cosas”.


Y reconoce que los sanitarios, son los auténticos héroes de esta situación. “Están facilitando videollamadas para que puedan verse enfermo y familiares”. Y sabe de varios médicos que renuncian a su tiempo de descanso para pasarlo junto a los enfermos que están a punto de morir, dándoles la mano y rezando por ellos y si hace falta, incluso, durante toda la noche.