EVA ALCAYDE | 02.04.2020

En estos días de confinamiento por la crisis sanitaria del coronavirus, en los que se está restringido la libertad de movimiento y circulación, y la mayoría de ciudadanos permanecemos confinados en nuestras casas, PARAULA se quiere acordar de los que, mucho antes de la pandemia, ya se encontraban confinados, aislados y privados de libertad: los presos del Centro Penitenciario de Valencia Antonio Asunción, ubicado en Picassent.


Allí, de momento, la situación está tranquila, pues no hay ningún caso de contagio. La dirección del centro penitenciario ha tomado algunas medidas de seguridad, como restringir todas las visitas del exterior. “Solo pueden entrar y salir de prisión los funcionarios. No hay comunicaciones de cristal, ni vis a vis, tampoco entran los voluntarios de Pastoral Penitenciaria, ni los capellanes, ni los maestros de los talleres”, explica Víctor Aguado el responsable del Secretariado Diocesano de Pastoral Penitenciaria, que lamenta la situación de los presos, que están confinados dentro de la prisión. “Ellos son los grandes olvidados. Hay más de 2.000 internos, entre preventivos y cumplimiento, pero no hay hospital, sólo un módulo de enfermería, donde están los enfermos crónicos”, explica, mostrando su preocupación por si la situación se alarga demasiado.

Como los internos no pueden recibir visitas de sus familiares, les han aumentado el número de llamadas semanales que pueden efectuar para que mantengan un mayor contacto telefónico con el exterior.

Para José Domingo R. funcionario de Prisiones y voluntario de Pastoral Penitenciaria, esta situación es precisamente la que peor llevan. “Los internos notan mucho la ausencia de visitas, que para ellos es una válvula de oxígeno. La Iglesia les siguen ingresando el peculio para que nadie se quede sin sus llamadas”, explica el funcionario que “reza para que no entre el Covid-19 en la cárcel, porque si esto sucediera sería un grave problema ,en Picassent no hay módulos de aislamiento sanitario preparados para este tipo de pandemia, y la masificación impediría cualquier tipo de aislamiento”.

Según José Domingo R., los internos entienden la situación, pero conviven los comedores y patios. “Algunos al no poder asistir a las celebraciones religiosas han pedido reunirse en la biblioteca para tener momentos de oración”, añade.

Por otra parte, fuera de la cárcel también se han suspendido los Trabajos a Beneficio de la Comunidad. Y tanto la residencia para mujeres en tercer grado, como el resto de unidades que gestiona Pastoral Penitenciaria (pisos Claver, Jofre y Scala), han tenido que cerrar. “Las mujeres han recibido permisos especiales y siguen llevando sus pulseras telemáticas, pero permanecen en sus casas”, señala Víctor Aguado, que hace el seguimiento de su situación y el control telefónico. “Esperemos -añade- que el virus no nos mantenga alejados de nuestra casa, la cárcel, por mucho tiempo”.