Juan Alberto tiene un nombre ficticio pero su historia es muy real y va íntimamente ligada a la de su país, Venezuela, de donde tuvo que huir para no acabar asesinado. La Ciudad de la Esperanza, donde ha estado acogido un tiempo, ha sido una parada en su camino para recuperar fuerzas y seguir luchando por lo que más quiere, su familia.

El joven venezolano prefiere mantener el anonimato por seguridad. FOTO: A.SÁIZ

EVA ALCAYDE | 18.02.2021
Juan Alberto en pocos días dejará la Ciudad de la Esperanza, donde ha permanecido acogido durante un tiempo, y continuará su camino. Hoy, aunque no nos deje verle, sonríe para la foto, pero en realidad su cara esconde un miedo terrible, que va en sintonía con su historia.

Juan Alberto -nombre ficticio- tiene 29 años, es venezolano y solicitante de protección internacional por asilo político. Proviene de una familia unida, humilde y trabajadora, que comenzó a tener problemas en el 2002, con el paro petrolero contra el gobierno de Venezuela presidido entonces por Hugo Chávez.

“Mi padre fue despedido injustificadamente, después de más de 30 años de trabajo en el sector petrolero, sin derecho a su jubilación ni a recibir un bolívar”, cuenta Juan Alberto que reconoce que ese fue el principio del drama familiar. “Luego -añade- comenzaron las persecuciones a los trabajadores, iban a nuestras casas a exigirnos que les diéramos nuestros coches, a expropiarnos las viviendas o cualquier propiedad que tuviéramos”.

Después de aquello, sus padres y hermanos pasaron a engrosar la llamada ‘Lista Tascón’, de opositores al régimen chavista. “Nuestra situación económica cambió radicalmente, pasamos de tenerlo todo a quedarnos sin nada, nos lo expropiaron todo y quedamos fichados para nunca más poder trabajar o recibir beneficio en el sector público”, relata el joven.

En el 2005 empezó la primera migración de los venezolanos, aunque solo podían salir los que tenían más poder adquisitivo. La crisis seguía creciendo a nivel político, social y económico.

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