Por Jaime Sancho | 22-03-2016
Este año se produce una curiosa coincidencia, al caer el Viernes Santo en el día 25 de marzo, que es cuando se celebra la solemnidad de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo; lo cual ocurre cada 141 años. Pues cada vez se tiene como más verosímil que la fecha del nacimiento de Jesús la calcularon los primeros cristianos basándose en una tradición judía que fijaba para los profetas, su fecha de fallecimiento y de su concepción en el mismo día, como creyeron que Jesús murió un 25 de marzo, calcularon nueve meses después y fijaron el 25 de diciembre como su nacimiento. En efecto, en un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. BOTTE, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33). Esta tradición la recogió también san Agustín (De Trinitate, IV, 5. Sobre este tema abunda también T. J. TOLLEY, Le origini dell’anno liturgico, Queriniana, Brescia 1991, pp. 93-101).
La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí. Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán, y así se repite en las lecturas de la Vigilia Pascual. El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz.
Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. “Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. RATZINGER, El espíritu de la liturgia. Una introducción, Madrid 2001, p. 131. Cf. De alguna manera, la Iglesia continua haciéndose eco de esta tradición, pues el Martyriologium Romanum actualmente en vigor (edición de 1962) sigue designando el 25 de marzo como el “diez natalis” o día de la muerte del santo Ladrón, que falleció junto a Jesús en el Calvario.