Los diáconos arrodillados antes de su ordenación. FOTO: A.SÁIZ

L.A. | 24.06.2021
Arropados por sus familiares y amigos, por sus comunidades parroquiales, por sus sacerdotes y formadores del seminario, once jóvenes valencianos recibieron la ordenación sacerdotale el pasado fin de semana en la Catedral. Fue un “don inmenso” para toda la diócesis, como subrayó el cardenal, en sus palabras de agradecimiento, antes de la bendición final.
En la jornada del sábado recibieron las ordenación seis de los diáconos: Santiago Piñeiro (de 27 años, de Valencia), Catalin Tantan (de 28 años, de Rumanía), José María Saorín (de 40 años, de Valencia), Manuel Jesús Monteagudo (de 43 años, de Paterna), Francisco Magaña (de 30 años, de Valencia) de la congregación Cooperadores de la Verdad de la Madre de Dios, y Eloy Costa (de 26 años, de Xàbia).

Y el domingo, los ordenandos fueron Carlos Camallonga (de 27 años, de Anna), Vicente Miguel Planells (de 24 años, de Tavernes de la Valldigna), Lucas Blanes (de 25 años, de Gandia), José Forner (de 28 años, de Alzira) y Sergio Pelarda (de 35 años, de Vilamarxant).

Este año, al igual que el anterior, la celebración de las ordenaciones en la Archidiócesis se dividieron en dos jornadas, sábado y domingo, para cumplir las medidas de aforo establecidas por la pandemia.
Cientos de sacerdotes acudieron a concelebrar con el arzobispo y sus obispos auxiliares en estas celebraciones en las que participaron también los rectores y formadores de los Seminarios, miembros de la Curia Diocesana y del Cabildo, y en el caso del sábado, el superior general de los Cooperadores de la Verdad de la Madre de Dios, Gonzalo Carbó, al recibir la ordenación uno de sus seminaristas.

Ante las tormentas
En su homilía de la jornada de ordenación del domingo (la del sábado la reproducimos íntegra en la página 2) el Arzobispo insistió en alentar a los nuevos sacerdotes a perseverar en la santidad siempre, y a tener a Cristo en el centro, sobre todo en estos tiempos tempestuosos.

Refiriéndose al pasaje evangélico del pasado domingo, el de Jesús que calma la tempestad cuando está con sus aterrorizados discípulos a bordo de una barca en el lago de Galilea, el arzobispo indicó que “aunque atravesemos tempestades, como la de la pandemia, el secularismo, el olvido de Dios, el relativismo que no reconoce la verdad, estas tormentas de nuestro tiempo, es preciso ir a Jesucristo, amarlo y conocerlo de corazón y con el corazón, sin Él nos hundimos, nada podemos, nos vamos a pique”.

Al término de la procesión final, una ovación espontánea inundó la Seo. FOTO: V.GUTIÉRREZ

Dirigiéndose a los ordenandos, el Arzobispo les exhortó a que “antes de predicar, debemos estar con Jesús; antes de ser apóstoles debemos ser discípulos; antes de ser evangelizadores tenemos que ser constantemente evangelizados” y les recordó que los sacerdotes “somos ministros de la comunión, que es la Iglesia, porque en su centro está la comunión”.

De forma muy nítida, el cardenal arzobispo de Valencia marcó la línea de los nuevos presbíteros, como ministros de la unidad, la comunión y la reconciliación: los sacerdotes “en comunión con los Obispos y con el Papa, nunca separados, somos ministros de la comunión eclesial, constituidos para reunir a la comunidad cristiana con la Palabra y los Sacramentos, para presidir la Eucaristía, para impartir el sacramento de la Penitencia que nos lleva a la reconciliación y nos restablece en la Comunión”, precisó el Cardenal.

En esa misma línea, en el mundo “fragmentado y a veces contrapuesto que vivimos, que también se refleja en la misma Iglesia, a los presbíteros nos corresponde armonizar, que nadie se sienta extraño en la comunidad de los fieles y llevarlos a todos, en la unidad de los fieles”, ha señalado, añadiendo.

Del mismo modo, el Arzobispo subrayó que “como ministros de la comunión y la reconciliación, como pastores llamados y elegidos para reunir al pueblo de Dios que estaba disperso, hemos de estar decididos a vencer toda tentación de división, con voluntad de colaborar en el mundo”.

El Cardenal recordaba además en su homilía la reciente finalización de los trabajos del Sínodo Diocesano y sus frutos, ya que “los sacerdotes tenemos la misión importante e insustituible de evangelizar, como todo el pueblo de Dios, por eso una Iglesia limitada en esa misión por falta de aliento de sus pastores, queda limitada en su ser más propio”.

De hecho, en esa urgencia evangelizadora, hizo especial énfasis el Cardenal en invitar a los once nuevos sacerdotes a “escuchar con sumo cuidado a los laicos, valorar su experiencia, recoger sus iniciativas, guiarles con fe eclesial, atender sus sugerencias, fomentar su participación y alentarles para que se hagan presentes en esta sociedad, como discípulos de Cristo, para recomponer el tejido social”.

Y es que, como resaltó el titular de la archidiócesis, para llevar a cabo la nueva evangelización es necesario “promoverla, formar, saber acompañar y alentar al laicado en cada una de nuestras comunidades” puesto que “ser pastor es hacer posible que toda la Iglesia sea evangelizadora y que todos se sientan corresponsables en la obra evangelizadora”.

Además, instó a los ordenandos a ser “portadores y maestros de vida que por el Espíritu alberga a Jesucristo, que para vosotros Él sea vuestra vida, que no queráis conocer otra cosa, que no busquéis otro amor o conocimiento que el suyo, sólo Él tiene palabras de vida eterna”.

Asimismo, el Arzobispo agradeció su labor futura porque “vais a acoger al que cae, a curar sus heridas, nada urge tanto como esto: la proximidad y cercanía al hermano que sufre”.

Y, por supuesto, el Cardenal les recordó la importancia de la oración, “que es y será el elemento fundamental de vuestra vida sacerdotal, acompañando a vuestro pueblo e intercediendo por él, con una vida austera y sencilla entregada a los demás”.

La oración es decisiva también para no dejarse “dominar por la tristeza, que paraliza la labor pastoral y hace morir la esperanza y alegría sacerdotal”.

Por último, pero no menos importante, el titular de la archidiócesis de Valencia recalcó que “la solidaridad con los sufrimientos y con las reivindicaciones y esperanzas de los más pobres también es signo de una nueva evangelización” y en este sentido alentó a que sea también otra de sus prioridades.