Arturo Climent Bonafé
Canónigo de la Catedral
El paraje es precioso, también el silencio: monasterio de Santo Espíritu en Gilet. Fue fundado en 1402 por María de Luna, esposa de Martín I de Aragón a raíz de la pacificación de Sicilia. Para ello contó con la donación de los terrenos de Jaumeta de Poblet, viuda de Pedro Guillermo Catalán, señor de Gilet, que heredó la propiedad junto con su hija Juana, confirmando la donación del Papa Benedicto XIII en 1403.
Entre varias vicisitudes por las que atravesó la historia de este monasterio interesa consignar la destrucción y saqueo de que fue víctima por los piratas berberíscos, lo que obligó a su reconstrucción en 1547. Nada se conserva de esa época.
Durante la Guerra de la Independencia Española, los frailes abandonan el convento convirtiéndolo en hospital. En 1813 vuelven los franciscanos y ya en la desamortización, los extensos pinares pasan a manos del Estado.En 1835 los franciscano, vuelven a abandonar su convento, regresando en 1878. Durante la Persecución Religiosa de 1936-1939 los religiosos deben esconderse y huir del convento bajo pena de muerte. El martirio estaba al orden del día. Todo sacerdote, religioso y católico practicante estaba en la lista. Tuvimos muchos héroes en la fe que dieron su vida derramando su sangre por Cristo y por la fe que profesaban, en la diócesis valentina y en toda España. Fue una persecución muy cruel e inhumana marcada por la maldad y el odio a la religión católica y a la Iglesia.
También hubo “martirio del arte”, como lo llamo yo. El saqueo que sufrió el monasterio, fue dirigido a distintos retablos e imágenes, entre los que resaltan el grupo de la Purísima Concepción o la Dolorosa de Capuz; se conserva casi íntegro el retablo del altar mayor, este debió construirse a finales del siglo XVII. Aprovechando lo que pudieron se colocó la tabla de Pentecostés de 1587. Existen en el convento varias tablas, aunque no de tanto valor.
Bueno, pues, terminada la persecución religiosa y establecida la paz vuelve la comunidad, hay que curar muchas heridas producidas por los enemigos de la Iglesia y en el monasterio de Santo Espíritu del Monte, permanecen los frailes, aunque con muy pocas vocaciones. En la actualidad, el monasterio dispone de una hospedería donde el visitante puede disfrutar de un ambiente relajado pasando allí algunos días.
La entrada ante la iglesia conventual nos da la bienvenida la imagen de san Francisco en medio de una pequeña plaza por donde se puede rezar el Vía Crucis siguiendo “las estaciones” de cerámica antigua y algunas estropeadas con picolas y piedras.
Resalta el claustro de cuatro galerías porticadas de cinco vanos de medio punto por lado, cubriéndose las crujías con bóvedas de arista. Su edificación data de 1681 y es de una gran austeridad de líneas. En sus muros todavía se conservan escritas unas octavas que compuso en 1760 el hermano fray Juan Martorell en torno a la muerte. Frente a la portería existe un magnífico panel de azulejos del siglo XVIII copia moderna de la Purísima de Juan de Juanes.
La iglesia fue terminada en 1690 en sustitución de la anterior. El campanario es de los años 20 del siglo pasado. El templo de una sola nave, cubierta de bóveda de cañón con lunetos; el presbiterio se cubre por bóveda rectangular con pechinas angulares, abriendo tribunas a los lados. En 1803 fue sustituida la ornamentación barroca por otra muy sencilla de inspiración neoclásica. Siendo estucada y pintada con sencillas alegorías marianas, obra de José Royo. Capillas a ambos lados del templo y coro a los pies, sobre bóveda rebajada. Se conserva la imagen de Cristo Crucificado de Ignacio Vergara, escultura de gran belleza de 1743. Tiene tras sagrario.
Se han reunido a modo de museo varias obras en cinco salas mostrando a los visitantes la historia tan agitada del monasterio. Posee una gran biblioteca integrada por libros antiguos y modernos de todos los conventos de la provincia franciscana de Valencia.
A Santo Espíritu del Monte se le tiene un gran cariño en la diócesis valentina, pues, allí han acudido muchísimos sacerdotes a realizar ejercicios espirituales para ordenarse y después en el ministerio sacerdotal. También el pueblo de Gilet siente un aprecio muy grande hacia el convento de san Francisco. Visitar el lugar y permanecer un buen rato o unos días descansa el cuerpo y se llena el alma.
En los años 70 se celebraban junto al monasterio las Rutas Gente Joven. De toda la diócesis acudían centenares de jóvenes al final de curso a vivir una convivencia festiva y de reflexión, casi siempre presidida por un obispo auxiliar y a veces por el arzobispo. A mediodía se celebraba la Eucaristía y luego la comida bajo los pinos.
Vale la pena visitar el monasterio y, si se puede, permanecer un rato de silencio y oración. También se puede estar unos días de descanso o de ejercicios espirituales. Es un lugar de encanto espiritual.