Foto: V. Gutiérrez.
Carlos Albiach | 26-02-2015
Los pisos Magone de la Fundación Ángel Tomás, perteneciente a los salesianos, dan la esperanza que les falta a jóvenes que, tras pasar por el centro de menores, no saben qué hacer. En esa ‘pequeña familia’ aprenden todo lo necesario para poder moverse en la sociedad.
Hassan, Criss y Abdramane viven bajo el mismo techo. Ellos no son familia pero es como si lo fueran. Les une una historia muy similar y marcada por la dureza de tener que abandonar no solo su casa y su familia sino también su país.
Salieron en plena adolescencia de él y pusieron camino a España en busca de un sueño, de un futuro o simplemente dejándose llevar. Un camino nada fácil y lleno de complicaciones en el que alguno de ellos incluso se tuvo que embarcar en una patera para cruzar el estrecho. Una vez en España llegaron a un centro de menores de Valencia, donde permanecieron hasta los 18 años. Allí estudiaron y se prepararon para el momento de salir a la calle y buscarse la vida.
Y ese día llegó como un abismo. ¿Qué hago? ¿Dónde voy? Eran las preguntas que se hacían. Y sabiendo que si no conseguían un trabajo no podían regularizar su situación. Pero cuando una puerta se cierra, otra se abre. En ese momento apareció la Fundación Ángel Tomás, una obra de los Salesianos de Valencia. Ellos les abrieron las puerta de Magone, un piso de emancipación donde ahora viven, y donde les orientan, asesoran y acompañan hacia su autonomía e inserción en el mundo laboral.

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