CARLOS ALBIACH | 8-09-2017
En pleno barrio de Velluters, una de las zonas más afectadas por la prostitución en Valencia, se levanta el centro de Villa Teresita, donde las religiosas Auxiliares del Buen Pastor trabajan para poner luz y dar esperanza en la vida de mujeres que ejercen la prostitución y son víctimas de trata. Mujeres rotas, que con la ayuda de esta entidad, son rescatadas para rehacer su vida.
Una labor que Villa Teresita comenzó hace 75 años en Pamplona de mano de Isabel Argaya, fallecida en 2011 a los 106 años de edad. Una mujer que estando en el hospital ayudando a niños enfermos escuchaba siempre a lo lejos a unas mujeres. Ella preguntaba por ellas y le decían que era muy joven para conocer esa realidad. Ante su insistencia consiguió entrar a la habitación, cerrada bajo llave, en la que estaban las prostitutas. Una sala a la que solo entraban las enfermeras que las trataban. De hecho, las mismas mujeres pensaban que Isabel era una más de ellas porque nunca nadie se atrevía a entrar. A partir de ese momento empezó a tratarlas y una inquietud le empezó a rondar en la cabeza: que hubiera algún lugar para las mujeres que recibían el alta.
En una peregrinación con Acción Católica a Montserrat Isabel puso ante la Virgen esta inquietud. “Yo cuando vuelva a Pamplona si es de Dios tengo que hacer algo”, le dijo. A la vuelta le comentó este deseo al entonces arzobispo de Pamplona, Mons. Marcelino Olaechea, quien le dijo que si se buscaba alguien más y un lugar, adelante. Así lo hizo y comenzó con la labor de ayudar a las mujeres que ejercían la prostitución, labor que extendió en 1955 a Valencia, primera fundación fuera de Pamplona, ante la petición de Mons. Olaechea cuando ya era arzobispo de Valencia.
“Dar otra oportunidad”
Como explica la responsable de esta comunidad, la hermana Conchi, su labor va fundamentalmente en dos direcciones: el acercamiento en la calle y la convivencia en un piso con mujeres que han sido rescatadas de la calle. Labor nada fácil pero que las tres hermanas que forman la comunidad de Valencia junto a las trabajadoras sociales y los más de 40 voluntarios llevan adelante sin desfallecer para, que como dice la hermana, “las mujeres tengan otra oportunidad”.
“Intentamos transmitir el amor Dios entre la gente más necesitada pobre y excluida y con especial atención a las mujeres de contexto de prostitución y víctimas de trata”. Así resume la hermana Conchi su misión. Una misión que se traduce día a día en multitud de servicios que van desde dar merienda o ropa, ayudarles en la búsqueda de empleo a atenderles personalmente e incluso acogerlas en una de sus casas. Actualmente cuentan con tres viviendas: una para situaciones de emergencia, la de la comunidad donde las acogen con hijos incluso y otra de emancipación.
La hermana responsable resume toda su labor como la de “Jesús Buen Pastor que recorría los caminos para que la gente doliente pueda experimentar la ternura de Dios”. De ahí, que desde Villa Teresita tengan claro que lo que necesitan las mujeres es cariño: “Hay una chica que todos los miércoles, que es cuando salgo, me abraza y me dice ya tengo para toda la semana”, cuenta. “A partir del contacto en la calle ya vamos trabajando y el objetivo, ojalá, es que puedan llegar a una vida normalizada”, añade. Pero para todo eso, explica, “tiene que haber un proceso muy largo que empieza con el encuentro en la calle”. En conclusión, para ella, “lo que aparece es el maquillaje y los tacones pero detrás están las personas, y con el tesoro que cada persona es”.
Paula Soler, trabajadora del centro, también reconoce que lo primero de todo es “ser cercanas a ellas, darles apoyo y cariño”. En sus dos años allí reconoce que gracias a la labor de las hermanas “no se sientes solas y tienen una familia”.
Para la trabajadora social el objetivo “es no poner barreras entre la persona y los que las ayudamos”. “Que sienta, como lo veo en las hermanas, que esto es una familia, que no están solas. En definitiva que puedas ser un amigo, compañero de vida y que pueda a recurrir a ti ”, destaca.
Otras alternativas
La hermana Conchi reconoce que el problema de la prostitución es un problema que atañe a toda la sociedad “Una sociedad sin prostitución sería más humana porque un barrio como este no es más que un síntoma de enfermedad social, de una sociedad que excluye y utiliza a las personas”. De hecho, para ella la solución “no es quitarlo de un sitio para ponerlo en otro para que no se vea”.
Las mujeres que ejercen la prostitución y/o son víctimas de trata vienen de diferentes países pero sobre todo de Nigeria y Rumanía. Ellas, como cuenta la religiosa, “vienen engañadas y una vez aquí tienen unas deudas muy grandes que hace que vean en la prostitución la única salida”. De ahí que una de las cosas con la que trabajan con ellas es enseñarles que hay más alternativas. “Pero no es nada fácil porque muchas veces tienen tanto miedo que les es imposible denunciar”, cuenta. Además, a diferencia de lo que piensa mucha gente, “ninguna está porque quiere”.
En Villa Teresita, que forma parte de la Red española contra la trata de personas, el trabajo de la mediadora, que es una de las chicas que rescataron, es clave, “ya que ella conoce la realidad de primera mano y sabe como tratarlas”.

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