Dicen los expertos que se está instalando una nueva ‘epidemia’ social: la discriminación a los mayores. A menudo nos hablan de la brecha digital que separa los mundos de jóvenes y mayores, tan cierto como su diferencia generacional. Sin embargo, hay más ‘sorderas’ al otro lado de los mayores, cuando mantenemos nuestra incapacidad para adaptarnos a sus nuevas fases de la vida y para integrarlos. No es poética, son sus derechos.

❐ AMPARO CASTELLANO| 20.07.2023

Gerontofobia, edadismo,’yayofobia’ (o ‘iaiofobia’). No son términos exactamente iguales pero desgraciadamente sí comunes. Edadismo es discriminación hacia las personas mayores, que se manifiesta en prejuicios y estereotipos, que provoca falta de sensibilidad y deshumanización hacia las personas más mayores. Esta forma de pensar y de actuar, hacia los que tienen más edad, la hemos venido normalizando en casi todos los ámbitos de la sociedad. Una actitud ya no sólo en la esfera privada de las familias, sino que la encontramos también a nivel institucional, y en una extensión que gana influencia cuando llega al estado de opinión pública. Bastaría dar un vistazo a las decisiones tomadas durante la pandemia, pero ahora no hablemos de ello, sino de esta ‘epidemia’ social, el aislamiento de los mayores o mejor dicho, la sordera del resto de la sociedad.

Hay bastantes falacias que sumadas, se están convirtiendo en un caladero de  pensamientos negativos entre jóvenes y mayores, que les alejan ya no sólo generacionalmente. Se puede observar hasta qué punto hay decisiones en materia de salud, en la que se discrimina a los mayores, como no permitirles la oportunidad de entrar en nuevos tratamientos médicos o llevar el “Sanbenito” de que su coste sanitario y farmacéutico es mucho mayor que el de los jóvenes; ir siendo cancelados del mercado laboral cuando más amplios son sus conocimientos senior… o la amenaza de que los presupuestos van a pensiones restando la partida de empleo joven. Un discurso que no siempre en los mayores es más benévolo hacia los jóvenes, ‘que no saben lo que es la cultura del esfuerzo’ y tienen derecho a percibir una pensión digna tras muchos años de esfuerzo, y los nietos ya veremos…

“Deberíamos hacer un esfuerzo por quitar la hierba -mala hierba- de este campo, para evitar la “cancelación” del diálogo entre los jóvenes y los mayores. Pareciera que con la brecha digital y la velocidad a la que ocurre todo, la liebre y la tortuga no podrán cruzarse más, que no puede haber un lenguaje, un diálogo intergeneracional, más allá de los lazos del afecto, -cuando lo hay-. Esto, que hemos venido ‘casi’ normalizando en la sociedad, no tendría por qué ser definitivo si se dieran oportunidades reales y se creara el clima no de confrontación sino de diálogo que se reclama en tantos ámbitos de nuestro tiempo. 

Por ejemplo, cuando un valenciano, Carlos San Juan, levantó la bandera de ‘Soy mayor, no idiota’ contra la política de las entidades financieras de retirar atención presencial, medios de comunicación y redes sociales, también por tanto muchos jóvenes en estos canales, se unieron al grito social. Las grandes multinacionales de la comercialización y la distribución que viven sobre todo del target joven, realizan Campañas con spot- publicidad- que apelan al encuentro intergeneracional, por tanto, no será tan “cancelable” o irreconciliable ese diálogo entre mayores y jóvenes cuando ahí nos conducen los que prácticamente nos tienen permanente vigilados, llevan la métrica de cuáles son nuestros gustos y nuestras elecciones. En uno de esos spots habrán visto a un joven chino que visita a su abuela. Propio de la cultura asiática, no hay contacto físico. Por abreviar, el joven descubre el gusto de la abuela cuando era joven por los viajes en motocicleta -que presumimos por una fotografía de la ahora viuda-. El joven encarga un casco para la abuela para a partir de entonces compartir el viaje juntos, con la completa felicidad de ambos, con el abrazo físico y rompiendo la rigidez oriental. Un éxito para la compañía, podríamos decir, un éxito para todos nosotros a los que nos conmueve esa manifestación de ternura entre abuela y nieto. Me pregunto cuántos jóvenes habrán sentido por imitación e influencia directa del marketing, la necesidad de llamar a los abuelos, o si sólo calará en aquellos que pertenecen a una cultura milenaria en la que se sigue respetando a los mayores, mucho más ejemplarmente que en la rancia Europa, o incluso en una España irreconocible, donde los cambios en los modelos de familia han comenzado por quitar el lugar preeminente para los abuelos.

Edadismo o yayofobia, (o iaiofobia), como gusten. Además, en esta complicada sociedad nuestra de velocidad, complejos, comparaciones y frustraciones, hay muchos estudios que también hablan de Gerontofobia. El edadismo con la variante del ego, o sea, el rechazo a los mayores porque tenemos fobia a eso en lo que nos vamos a convertir -si Dios quiere y nos da el tiempo para llegar-. 

Cada mirada que se va desaparece de nuestra historia, de la genérica de la historia y de la propia de nuestras familias, de nuestra genética, de nuestra historia personal. Y eso vale para los que se hacen mayores y para los jóvenes que por estudio, trabajo o influencias de terceros desaparecen de las vidas de sus mayores. Como dice el Papa Francisco “la presencia de abuelos y ancianos en las familias y en las comunidades nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces. A ustedes ancianos, les pido que acompañen con la oración a los jóvenes. Estos muchachos son la respuesta de Dios a sus peticiones, el fruto de lo que sembraron”.

En casi todos los idiomas del mundo los abuelos y los mayores tienen apelativos singulares. Para nosotros en lo afectivo son los ‘iaios’,  o las ‘yayas’, o la ‘gent gran’, un bonito juego de palabras porque, efectivamente, no son viejos, son grandes.