José María Salaverri
Marianista | 10-06-2013
Los 100 días
Acabamos de “celebrar” –si es que eso se celebra- los 100 días de Jorge Mario Bergoglio, elegido como papa por una abrumadora mayoría de cardenales. Estos ‘ancianos’ tan poco apreciados y que tantos miran con recelo, nos dieron lección al regalarnos al papa Francisco. Y Francisco nos ha entusiasmado con su cercanía, su estilo directo, su sencillez. Es maravilloso ver cómo actúa el Espíritu Santo. Ha sido una explosión de alegría pues en este tiempo, considerado como prueba por sesudos analistas, se ha ganado el cariño y la admiración de todo el mundo… Corrijo: de casi todo el mundo. Lo de casi lo digo porque ya he recibido de personas muy amigas varios artículos sobre los ‘enemigos’ del Papa y la ‘guerra’ que le están haciendo. No los han escrito ellos, pero los difunden con la buenísima voluntad -pienso que equivocada- de defender al Papa. Artículos que quieren despertar la indignación contra personas o grupos que, según ‘dicen’, están en contra del Papa y de sus gestos.
“No sabéis de qué espíritu sois…”
Esta especie de campaña me ha recordado un episodio del Evangelio que desde joven he procurado me sirva de pauta de conducta. Está en Lucas 9,54 ss. En una aldea samaritana no quisieron recibir a Jesús y a sus apóstoles. Entonces Santiago y Juan, los “hijos del trueno”, muy enfadados, le dicen a Jesús: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?”. Sigue el evangelio: “Él se volvió y los regañó”.
En el Nuevo Testamento que usaba en mi juventud, Jesús añadía: “No sabéis de qué espíritu sois…”. E insistía que Él había venido a salvar, no a destruir. Estas líneas ya no están en las Biblias más recientes; han quedado relegadas a una nota a pie de página señalando que sólo algunos códices lo ponen. Pero esta frase, plenamente evangélica, me parece digna de ser tenida en cuenta…
La verdadera defensa del Papa
Se me dirá ¿a qué cuento viene esto con los 100 días del papa Francisco? Sencillamente por esos artículos que piden que caigan el anatema sobre ciertos presuntos enemigos del Papa… No me gusta ese estilo de denuncia. ¿Defender al Papa difundiendo cizaña, creando desconfianza hacia personas no identificadas, hacia grupos a veces señalados y otras no? Con hechos no probados, con insinuaciones malignas, con suposiciones nada claras… Lo primero que hago es mirar la firma. Ninguno de los que he recibido hasta ahora lleva firma. Desprecio los escritos anónimos que hablan mal de personas y grupos. Son basura que nunca debemos permitirnos difundir. Ni con buena intención. ¿Esto es defender al Papa? No lo es y además es algo peor. Es utilizar al Papa como arma ideológica y arrojadiza para atacar a unos adversarios. Nuestro Papa Francisco no necesita defensa. La defensa auténtica es la felicidad que mostramos todos los que admiramos sus palabras y sus gestos. Es difundir sus enseñanzas, es ser santos, es ser apóstoles, es sentirse feliz y orgullosos de ser cristianos. Es darse cuenta de la inmensa gracia de pertenecer a una Iglesia de pecadores -¡quién no lo es!- pero en continuo esfuerzo de renovación bajo el impulso del Espíritu Santo.
¿Tienen amor a la Iglesia?
Se me dirá que hay gente a quien no le gustan ciertas cosas. Me parece normal y siempre los habrá. Pero darle vueltas y revolverlo indica “no saber de qué espíritu se es ”. El Papa bien lo sabe. En su homilía del pasado Jueves Santo aludió a “la insatisfacción de algunos que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades”. Por ambos lados vienen o han de venir las quejas: por antiguallas dejadas de lado y por novedades utópicas que nunca llegarán. Ante esos ‘escandalizados’ ya contestó siendo arzobispo de Buenos Aires: “Los escándalos en la Iglesia son una invitación para ver a la Iglesia santa y pecadora, para ver ciertas faltas y ciertos pecados sin perder de vista la santidad de tantos hombres y mujeres que actúan en la Iglesia de hoy. No debo escandalizarme, porque la Iglesia es mi madre; debo ver los pecados y las faltas como si viera los pecados y las faltas de mi mamá. Y cuando me acuerdo de ella, recuerdo sobre todo sus muchas cosas bellas y buenas que hizo, no tanto sus faltas y defectos. Una madre se defiende con el corazón lleno de amor antes de usar la palabra. Me pregunto si en el corazón de muchos de los que entran en esta dinámica de los escándalos habrá amor a la Iglesia”. ¿Tienen de verdad amor a la Iglesia quienes pretenden defender al Papa con ese estilo de escritos?