Los Obispos de la Provincia Eclesiástica Valentina -Antonio Cañizares, cardenal arzobispo de Valencia; Jesús Murgui, obispo de Orihuela-Alicante; Javier Salinas, obispo de Mallorca; Casimiro López, obispo de Segorbe-Castellón; Vicente Juan, obispo de Ibiza, y Gerard Villalonga, administrador diocesano de Menorca- han prestado a sus respectivas Iglesias particulares un gran servicio pastoral al firmar y publicar el documento ‘Religiosidad popular y evangelización’.
Estas ‘Orientaciones pastorales’ centran su atención en la importancia y valores que tiene la denominada ‘religiosidad popular’ en sus ricas y diversas manifestaciones como instrumento de la Evangelización.
En este tiempo en que vivimos estamos comprometidos a ‘evangelizar nuestra religiosidad popular’. Toda celebración cristiana es una manifestación de fe y sirve para potenciarla y compartirla. Y todos, sobre todo los sacerdotes, estamos llamados al trabajo en esta gran empresa de la ‘religiosidad popular’. La Iglesia ha desarrollado un importante ‘magisterio’ sobre esta realidad. Es de destacar el ‘Directorio sobre la piedad popular y la liturgia’ de la Congregación para el Culto Divino y disciplina de los sacramentos (2011).
Estamos muy marcados y rodeados por la ‘religiosidad popular’, y a esta realidad dedican estas orientaciones los Obispos de la Provincia Eclesiástica Valentina distribuida ya a todos los agentes de pastoral de la diócesis.
En seis apartados centran nuestros obispos la reflexión. En primer término definen el término de ‘religiosidad popular’ como una “expresión de fe cristiana” que “se vale de los elementos culturales de un determinado ambiente” y por tanto en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal.
En segundo término se hace un subrayado de la riqueza de manifestaciones de ‘religiosidad popular’. En nuestros pueblos, la ‘religiosidad popular’ es una realidad viva. El evangelio se ha inculturizado en la idiosincrasia o costumbres de cada pueblo, y nuestras fiestas es la simbiosis entre la fe cristiana y el alma peculiar de nuestro pueblo sencillo: fiestas patronales, novenas, cantos de los ‘gozos’ a los diversos santos, procesiones, romerías, visitas a los cementerios, así como a las ermitas y santuarios, verdaderos centros de piedad y devoción… Todas estas manifestaciones de ‘religiosidad popular’ son un tesoro que se debe conservar. Son expresiones que no podemos menospreciar, sino más bien estamos llamados a alentar y fortalecer para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada. Las vemos como un “lugar teológico” al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización”.
El tercer apartado -‘La religiosidad popular como espacio de encuentro con Jesucristo’-, recogiendo el espíritu de los documentos de la Iglesia, nuestros obispos invitan en estas ‘Orientaciones pastorales’ a acercarse a las realidades de la ‘religiosidad popular’ con la mirada del pastor para poder comprender la riqueza que contiene esta religiosidad. La ‘religiosidad popular’ es una verdadera experiencia fe. Una forma legítima de vivir la fe, de ahí que sea un espacio para el encuentro con Jesucristo. La ‘religiosidad popular’ es una gran escuela del seguimiento de Jesucristo.
A la “fuerza evangelizadora de la religiosidad popular”, siguiendo el ‘Directorio para la piedad popular’, desarrollan los obispos de la Provincia Eclesiástica, el apartado cuarto de estas ‘orientaciones’ y subrayan una serie de valores fundamentales en relación con la evangelización, así como diversos aspectos antropológicos, interrelacionados, que se ponen de manifiesto en la ‘religiosidad popular’.
En primer lugar la ‘socialización’ y la dimensión festiva de la fe así como el desarrollo de las dimensiones simbólicas y estéticas de la vida y su conexión con las personas cuando viven experiencias fuertes de dolor o de fracaso, entonces son momentos singulares para cuestionarse muchas cosas de la propia vida y momentos para abrirse uno a la trascendencia. Y en el fondo de todo ello la condición religiosa del ser humano que le llama a centrar su vida en Dios. Si la ‘religiosidad popular’ es una manera legítima de vivir la fe se convierte al mismo tiempo en una auténtica catequesis que pone la fe cristiana al alcance de muchas personas y se convierte en una forma de ser misioneros; conlleva la gracia de la misionariedad, del salir de sí y del peregrinar. En todo este movimiento subyace una fuerza activamente evangelizadora que no se puede menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo.
El apartado quinto -‘Evangelizar la religiosidad popular’- diríamos que es el más importante de este puñado de orientaciones pastorales y en él señalan que teniendo grandes valores la ‘religiosidad popular’ también tiene sus límites. La ‘religiosidad popular’ necesita ser evangelizada si quiere conservar su ‘frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio. La ‘religiosidad popular’ debe convertirse en escuela de una fe personalizada y madura que es la única que tiene capacidad para resistir en un ambiente de increencia. Además deben estar enraizada en el ‘ser’ y ‘quehacer’ de la Iglesia. Evangelizar no es un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial, lo cual comporta dos exigencias fundamentales: Vivir la fraternidad cristiana y actuar de forma corresponsable y todo ello dentro de la comunidad local o parroquial. La ‘religiosidad popular’ está injertada en la vida. Como celebramos lo que somos y lo que esperamos ser, la celebraciones para ser auténticas exigen una manera de vivir.
Terminan los obispos de la Provincia Eclesiástica el último apartado de sus ‘orientaciones’ indicando la necesidad de “acompañar pastoralmente la religiosidad popular” y ello sólo se puede hacer con “mirada y corazón de pastor y desde un profundo respeto y con una gran paciencia y con prudente tolerancia, inspirándose en la metodología que ha seguido la iglesia a lo largo de la historia”.
En un tiempo de desertificación en la Iglesia, de apostasía silenciosa y olvido de Dios la ‘religiosidad popular’ está llamada a desempolvar el ‘tesoro escondido’ para llevar el anuncio del Evangelio a todos, recorriendo caminos antiguos y nuevos. Todos, más o menos, y máxime los agentes de pastoral somos hijos de la ‘religiosidad popular’ y ahora debemos estar a su servicio.