B.NAVA | 14.01.2021
Lebreles, buitres y ranas campan a sus anchas bajo bóvedas góticas. Plumas,
escamas, garras y colas de animales reales o mitológicos pueblan los rincones más insospechados de la Seo valentina adoptando un respetuoso segundo plano, observando el devenir, ocultos entre lienzos y piedra. Y es que en el arte como transmisor de la fe, el mundo animal ha encarnando vicios (serpiente, dragón…) y virtudes (aves, peces, cordero…) tal y como nos explica Jaime Sancho, canónigo de la catedral de Valencia. Por ejemplo el gallo ahuyenta los poderes de las tinieblas y del mal, se convirtió en símbolo de vigilancia y resurrección, por eso está en lo alto de muchas iglesias. En el día d San Antonio, patrón de los animales recorremos el bestiario de la Seo.

Son muchos y llevan cientos de años observándonos, tantos que hoy en día el visitante, por muy avezado que sea, nunca los toma en consideración. Incluso la diaria apertura de puertas, una clara vía de escape al aire libre, no ha logrado que emigren, han preferido adaptarse a su nuevo hábitat. Palomas, caballos o leones aparecen en las portadas, la nave central, o la girola, no hay rincón en el que el mundo animal no quede representado en alguno de los diferentes artes constructivos o artísticos que han dado vida, eso sí animal, a la Seo en sus ocho siglos de vida. En ocasiones reflejan la virtud del artista que quiso adornar su obra, su columna o su cuadro. En otras los animales que recorren los muros están ahí para adoctrinar, o para enseñar a quienes en la edad media no sabían leer pero sí reconocer al Espíritu Santo en una paloma o la nobleza en un can a los pies de un personaje histórico.

Puerta de la Almoina
Para situar al feligrés o turista que quiera repasar algunos de los testigos mudos de los diferentes actos litúrgicos podríamos efectuar un repaso por las diferentes áreas en las que se divide la Catedral, empezando por ejemplo por las portadas. La puerta de la Almoina, la más primitiva, recoge una interesante mezcla en sus cenefas de animales fantásticos junto a otros característicos en el simbolismo cristiano como la paloma, el cordero, un grupo de camellos o un buey. El guardapolvo de la puerta enmarca todo el conjunto arquitectónico con delicados follajes entrelazados entre los que se pueden ver hombres trepando, seres fantásticos de clara influencia mudéjar así como animales mamíferos y aves.
Destaca en la clave de dicho arco la imagen de una máscara diabólica (Leviatán, tomado como sinónimo del mal) a quien dos aves o dragones parece que le estiran de las orejas.
También podemos encontrar representaciones de animales en las aldabas de las puertas de madera. En origen habían cuatro: dos superiores que servirían para llamar a aquellos que llegaban a caballo, y otras dos inferiores para los que iban a pie. En la actualidad sólo se conservan las superiores, que están formadas por una gruesa argolla que se apoya en una cabeza de león que destaca en el centro de una plaza circular. Cerca de allí los propios arbotantes que dan a la calle Barchilla descansan sobre perritos en forma de gárgolas.

Puerta de los Hierros
En otra de las portadas, la de los Hierros, aparecen leones vigilantes que custodian la entrada a visitantes y curiosos. La puerta de los Hierros esta precedida por un pequeño atrio de forma elíptica, que se levanta sobre un zócalo de piedra negra y un banco corrido por el interior. Limita el espacio una verja de hierro, también barroca de donde toma el nombre la portada. Sobre el arranque de las verjas metálicas se sitúan estos leones de piedra que portan entre sus garras dos grandes medallones con el anagrama de María, a quien está dedicada la Catedral Metropolitana de Valencia.

Puerta de los Apóstoles
La puerta de los Apóstoles, precisamente la que acoge al Tribunal de las Aguas en sus reuniones semanales, incluye en las jambas una mezcla de animales mitológicos y reales como dragones, caballos, jabalíes o ciervos.
En la puerta de los Apóstoles encontramos hasta un total de veintiocho escudos. En uno de ellos podemos ver a un toro pasante, atribuido al obispo Ramón Gastón bajo cuyo obispado (1312-1348) se construyó la portada. Algunos autores lo identifican con el justicia de la ciudad.

Capilla del Santo Cáliz
Una vez hemos recorrido el exterior podremos apreciar el universo animal que habita resguardado de la lluvia, a cubierto de la intemperie desde hace varios cientos de años.A ocho metros de altura, sobre la puerta de la entrada a la capilla encontramos una Virgen gótica. Sobre uno de sus brazos reposa un Niño Jesús que lleva en las manos una paloma, símbolo de paz, de amor, y sobre todo, del Espíritu Santo.
Nada más entrar hacia la capilla del Santo Cáliz observamos una lucha mítica entre monstruos con rasgos animales y hombres, la llamada psicomachia en la que se unen realismo y fantasía. No muy lejos de allí se alza la majestuosa nave central que está soportada por grandes pilares en cuya base se aprecian aún monos, ranas, perros, un oso e incluso un fauno. Son pequeños detalles, apenas licencias de los maestros canteros que aprovechaban para dejar su huella decorando los pesados bloques que daban empaque y sostén a la arquitectura medieval.
También, en el retablo gótico, realizado en alabastro entre 1441 y 1446 y que preside la sala, podemos observar alguna serpiente como la que aparece en el relieve inferior en el que Moisés levanta la serpiente de bronce en el desier­to o el caballo representado en el relieve en el que Elías es arrebatado por un carro de fuego.

Colección pictórica
Hasta ahora hemos hablado en su mayoría de animales esculpidos pero no podemos obviar la abundante fauna que descansa en la colección pictórica del templo. Encontramos en el museo un bestiario pintoresco y muy variado, destacan las moscas del cuadro al que dan nombre, el caballo de san Pablo, un cordero junto a san Juan Bautista, varias palomas representando al Espíritu Santo, o un cerdo en el cuadro que representa a san Antonio Abad.
Siguiendo con el inventario pictórico en la sacristía encontramos el caballo de san Martín que podría acompañar a otros equinos como el de san Jaime de la girola.

Las gárgolas
La Catedral de Valencia no es prodiga en gárgolas, en realidad, sin contar las que luce ‘El Micalet’, solo hay ocho gárgolas. Cuatro se encuentran en cada uno de los cuatro extremos que forman la nave del transepto, dos en la parte superior de la puerta de la Almoina y dos encima de la puerta de los Apóstoles. Las restantes cuatro se agrupan en la fachada oriental por detrás de las dependencias que rodean por esa parte la girola.
Las cuatro gárgolas que se encuentran en los extremos de la nave del transepto son muy parecidas entre si, representan a animales con las fauces abiertas por donde sale el agua. Las gárgolas de la fachada de la puerta de la Almoina son de trazas más sencillas que sus correspondientes de la puerta de los Apóstoles. Representan a animales fantásticos con alas. Las dos gárgolas de la fachada de la puerta de los Apóstoles adoptan un aire más amenazante, ya que abren sus grandes fauces por donde enseñan sus dientes. Es la representación de seres fantásticos alados a quienes se les ha esculpido las patas, cosa que no ocurre con sus compañeras de la Almoina. Adscritas al estilo gótico, puede que sean de las más antiguas de la Catedral de Valencia.
Otro conjunto de gárgolas son las que se encuentran en la pequeña torre piramidal que protege la escalera de caracol que permite el acceso a las terrazas de la Catedral. Una de ellas representa a un animal con garras.
A la derecha de la puerta de la Almoina podemos observar una gárgola que representa a un hombre mayor que parece abrazar algún tipo de animal sobre su pecho, bien en actitud de protección o con intención de devorarlo.

El último descubrimiento
Podríamos continuar enumerando decenas de animales reales, figurados, o místicos, pero en esta ocasión acabaremos con el último que ha sido descubierto, se trata de la esfinge que adorna una de las liras de los ángeles músicos de los frescos de la Catedral. Éste estaba oculto hasta hace poco, fue pintado hace mucho, pero seguro que aún quedan más por salir a la luz y todos ellos perdurarán ahí de nuevo ocultos, impasibles al paso del tiempo y acompañando el calendario litúrgico desde hace ya más de 800 años.