El sacerdote Luis Melis junto a la obra restaurada.

Luis Melis. Sacerdote adscrito a la Basílica y miembro de la Delegación Archidiocesana de Bienes Culturales e Histórico- Artísticos de  la Iglesia.

“Vete en paz mujer, ¡así Dios te dé vida!, que no es posible que perezca el hijo de tantas lágrimas” (S. Agustín, Confesiones l. III, cap. 12).

“El cuadro de Josep Renau, fechado en 1913, que recientemente ha sido restaurado por la profesora Dª María Gómez, de la universidad de Valencia, y que pertenece a la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, lo podríamos titular “Agustín, hijo de las lágrimas” haciendo eco de aquellas palabras del libro tercero de las Confesiones en las que se relata cómo a Mónica, mujer intrépida y madre solícita de Agustín, un obispo le preconizó que su hijo al fin hallaría en la persona de Cristo, la verdad que tanto buscaba. La sed de verdad en el corazón del hijo y el amor intenso en el corazón de la madre, que deseaba ver cristiano católico a su hijo, por quien derramó tantas lágrimas, encuentran un feliz resultado en la conversión del inquieto Agustín, que fue bautizado por San Ambrosio en Milán en la Pascua del 387”. 

Estas palabras del rector de la basílica del Sagrado Corazón señalan bien el interés que sabíamos tenía esta la obra que forma parte de nuestro patrimonio, una pieza seguramente de las más importantes del pintor Renau, padre. También sabíamos que necesitaba restauración por el deterioro que mostraba, propio del tiempo y posiblemente de algún atentado, pues podía verse una ancha y larga raja, probablemente debida a un corte hecho intencionadamente con un cuchillo o un objeto similar. 

El relieve de la obra era señalado por el rector, el profesor D. Luis Miguel Castillo, con su interés en que el cuadro fuera restaurado; máxime cuando él ya había hablado en alguna ocasión con su posible restauradora, la profesora titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valencia, la doctora María Gómez, que ha sido quien final y felizmente ha acometido y resuelto decididamente la necesaria restauración.

En efecto, a mediados del pasado mes de enero de 2021 quedó concluida la restauración del cuadro de Josep Renau Montoro, padre del conocido cartelista valenciano, contemporáneo de la lamentable guerra civil española, y conocido por el mismo nombre: Josep Renau i Berenguer.

Ubicación

Encontramos el cuadro entrando al templo, a la derecha, en la primera capilla lateral, en  el reverso de la fachada -en el espacio contiguo a ella- dedicada a S. Agustín y Sta. Mónica. Tiene el cuadro de Renau padre, un muy considerable tamaño de 4 x 2.6 m. y está ubicado en su correspondiente hornacina, lo cual permite deducir que fue encargado en sus dimensiones concretas para ese lugar, pues el templo es de fecha anterior, 1885- 6 y, estando fechado el cuadro en su parte inferior izquierda con la rúbrica “J. Renau 1913”, tiene además un gemelo en el formato, frente a él, en la capilla de S. Antonio de Padua, en el lado simétrico del templo.

Detalles técnicos

La composición de la obra es de una factura casi monumental, muy articulada, equilibrada y resuelta, sin que resulte envarada, lo cual habría sido fácil dado el sin duda laborioso proceso de concepción de la relación de masas de color e imágenes que iban a conformar la escena representada en el cuadro.

Detalle de la obra de J.Renau.

Lejos de pensar en la mediocridad a la hora de calificar la obra, en el proceso de restauración, teniéndolo frente a los ojos y no sobre ellos, como es posible verlo en su ubicación propia, la pieza manifiesta una sabia ejecución, una decidida posesión del oficio del autor y un diestro manejo de sus recursos expresivos, con una factura luminosa, desenvuelta y con muy pocas vacilaciones en su resolución, caracteres todos estos puestos en esta ocasión para ensalzar al de Hipona.

También el color aparece decidido, y fruto de un detallado y sin duda complejo estudio, con una progresiva degradación de tonos desde el primer plano, por emplear un término también cinematográfico, hasta el fondo del cuadro,  y con una inversa progresión de empastes hasta los gruesos y bien visibles pinceladas de los rostros  de S. Agustín y Santa Mónica, en el centro y primer plano, que no pueden dejar de recordarnos a Sorolla, tan inmediatamente anterior a Renau, y que seguramente son retratos reales de alguien que posó al pintor para aparecer como los rostros de los santos. En palabras del rector: »Por último, me parece un elemento a destacar los rostros de ambos personajes, tan definidos, tan característicos, da la sensación de que Renau se inspiró en caras de personas allegadas o de su entorno vital». 

El proceso

Visto desde abajo y siendo el cuadro, como sabíamos, de Renau padre, tenía un interés innegable; interés artístico y también histórico.

Cómo pudimos bajarlo del sitio –la Basílica del Sagrado Corazón, de reciente creación, no abundaba en medios materiales con los que contar y que pudieran facilitarnos la operación- fue cuestión de ingenio: calcular la maniobra de descolgado y descendimiento del cuadro, ensayos con escaleras, con andamios trepando por ellos, pues por su tamaño y ubicación, en aquel momento sobre un confesionario de reciente creación que no pudo ser movido entonces debido a su volumen y peso, no era de fácil acceso y menos fácil aún era descolgarlo y bajarlo al suelo; lo que finalmente logramos gracias a la pericia de la restauradora dña. María  Gómez y no sin cuidadosos cálculos. En cambio, la reubicación del cuadro, una vez concluida la restauración y conocidas las dificultades de la maniobra, ha sido mucho más sencilla.

Significación iconográfica

«Este cuadro del famoso pintor y restaurador valentino Renau, representa a madre e hijo abrazados y llorando juntos de emoción, ella por haber impetrado de Dios la conversión religiosa de su amado hijo y Agustín por haber descansado finalmente de su búsqueda interior que expresó maravillosamente con aquellas otras palabras de las Confesiones: “nos has hecho para Ti (Señor) y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (S. Agustín, Confesiones, l. I, cap.1).», en palabras del rector de la Basílica.

Representación de Santa Mónica y san Agustín.

Si observamos con atención, podremos comprobar que Sta. Mónica está sentada,  pues asoma a su derecha el respaldo del asiento, y S. Agustín está de rodillas frente a ella. Ambos están llorando: es que S. Agustín ha tomado conciencia de su conversión y, conmovido, llora; ánimo que es compartido por su madre y mentora, Sta. Mónica, a la vez agradecida tras todos sus desasosiegos y desvelos por la salud espiritual de su hijo, tanto tiempo abrumada y confusa por su adhesión a la mera filosofía sin fe. A los pies de ambos, en el plano más próximo al observador, el libro, como en un desmayo, ha caído al suelo. Como dice el rector: «Llama la atención que el ángel va a coronar a santa Mónica, con la corona de laurel que simboliza la victoria, pues el hijo ya está coronado. Parece por tanto que se pone énfasis en este lienzo en la madre y su logro espiritual. No faltan los atributos de obispo (mitra y báculo) para San Agustín y el libro que recuerda al pastor de Hipona como Padre y doctor de la Iglesia por sus sabios escritos, de entre los cuales podríamos destacar la Ciudad de Dios, Acerca de la Trinidad y la Instrucción cristiana, que tanta influencia han ejercido en la teología de la Iglesia y en la cultura de nuestra civilización».

Todos estos detalles de la obra, junto a otros que un observador avezado y experto sabrá descubrir, y pese a la conocida alineación ideológica del célebre cartelista Renau, manifiestan en su padre un conocimiento y respeto profundo por el argumento del cuadro, lo que permite pensar que era una persona, además de minuciosamente responsable con el posible comitente, claramente creyente.

Su utilidad cultural

La fama de J. Renau hijo y su conocidísima obra, no es obstáculo para reivindicar su antecedente artístico más inmediato, J. Renau padre, el autor de la obra a la que venimos refiriéndonos. 

Por supuesto queda la obra ya restaurada lista para el disfrute del público en general y, en particular, para la posible investigación de los estudiosos que quieran conocer los antecedentes del celebérrimo cartelista ya que, al parecer, esta obra no está catalogada, lo que lleva a pensar en la posibilidad de llenar una laguna en el estudio de la historia y la obra de este pintor, que fue profesor en la Escuela Superior de Bellas Artes de S. Carlos.

Como dice D. Luis Miguel «Con ocasión de la Solemnidad del 25 de Marzo de 2021, Encarnación del Señor, clausura del año jubilar en esta basílica, quedará expuesto el cuadro para goce de todo aquel que se acerque hasta esta basílica del Sagrado Corazón».

Así, como ha sucedido a lo largo de toda su historia, la Iglesia se congratula de haber contado siempre con los artistas más relevantes en cada momento histórico para revestir su perenne fe de la elocuencia cultural del momento, en este caso del lenguaje de la pintura. Así ha sido también con esta obra, que puede contemplarse en la Basílica del Sagrado Corazón, situada en Valencia, en el sitio elegido por el mismo S. Francisco de Borja, junto a la Lonja, habiendo sido colocada su primera piedra por S. Juan de Ribera; a ningún observador avezado podrá pasarle inadvertido el primor en el respeto por la narración del tema de la Conversión de S. Agustín junto a su madre Sta. Mónica, tema al que su autor presta toda la elocuencia de la pintura valenciana del momento para fruición de los amantes de la Iglesia, del arte y de la historia valenciana, conciliadas en esta afortunada ocasión que tenemos la satisfacción de compartir con todos los visitantes.