L.B. | 07.01.2021

El año 2020, con la pandemia del coronavirus y un confinamiento de tres meses, alteró nuestras vidas. Los comercios se han visto especialmente afectados, no sólo a nivel económico sino también porque han cambiado los hábitos de compra o los productos más demandados, también los de carácter o contenido religioso.

Biblias y libros de autoayuda

En la librería Paulinas, de la plaza de la Reina, reconocen que han adquirido nuevos clientes. “Venían buscando medallitas que les decían que les protegerían y se llevaban también algún libro”, explica la hermana Julia Gómez. Y lo que sí han notado es que durante este tiempo han vendido muchos libros de autoayuda y Biblias. “Me llamó la atención una madre de familia que vino pidiendo algo que le ayudara a leer la Biblia. Nos contó que, al tener que pasar tanto tiempo la familia junta en casa, habían empezado a leer la Biblia. Les había atrapado tanto la lectura que quisieron estudiarla. Es cierto que con esta situación muchas familias han vuelto a revivir su fe”, destaca la religiosa.
Después de permanecer tres meses cerrada, abrieron la librería en mayo pero sólo atendían con cita previa. “Llamaban por teléfono y les decíamos cuándo podían pasar. Les atendíamos desde la puerta, sin que entraran en la tienda”, señala la Hna. Julia. En el mes de junio ya abrieron la tienda normalmente, aunque con aforo limitado y con mucha atención a las medidas higiénicas. “Desde entonces, la gente ha ido viniendo poco a poco. Al principio notábamos que venían con miedo”. Y advierten un cambio en el modo de relacionarse con los clientes. “Ahora llaman mucho por teléfono y nos consultan o nos hacen los pedidos por teléfono para que lo tengamos todo preparado, así vienen lo recogen, pagan y se van. Ya no están por aquí hojeando libros como antes”.

Limosnero de palo largo

A ‘Campoy’, tienda de artesanía litúrgica, la pandemia le pilló en un momento especialmente delicado. Estaban a punto de trasladar su tienda desde la calle Sorní a la calle Avellanas cuando el confinamiento lo interrumpió todo. “Pudimos hacer la mudanza de un local a otro, pero no pudimos abrir hasta que terminó el confinamiento después de tres meses”, explica Mª Luisa Campoy, cuarta generación al frente de este negocio, que comenzó en 1882 como almacén y tienda de tejidos.
Por el confinamiento, dejaron de celebrarse la Semana Santa, el Corpus, así como todas las fiestas y procesiones de los pueblos. “Como, además, las iglesias estuvieron cerradas, hubo menos consumo de cera (velas y cirios) y de formas y, por tanto, menos venta de estos productos”, reconoce Mª Luisa.
Sin embargo, ha surgido nuevos productos ‘estrella’ que han aumentado muchísimo sus ventas. Es el caso del limosnero de palo largo. “Al principio no estaba claro si se podía pasar la bandeja durante la misa o no, por eso, han acabado sustituyéndolas por estas bolsas con palo largo que permiten aproximar la bolsa a los feligreses sin acercarse a ellos”, explica Campoy.
Entre estos productos estrella también están las palias, paños con que se tapa la patena. “Se han vendido muchas porque así, el sacerdote tapa la forma y puede hablar sin miedo a salpicar”. El interés por evitar contagios también ha hecho aumentar significativamente la venta de casullas “porque ahora los sacerdotes no quieren compartir las vestiduras litúrgicas”.

Imágenes de san Pancracio y san Judas Tadeo

En ‘Las Ollas de Hierro’, un comercio tradicional en pleno centro de Valencia, son especialistas en imaginería religiosa. En esta tienda ‘de toda la vida’, considerada la más antigua de la ciudad, se puede encontrar una gran variedad de santos, Vírgenes, crucifijos y Niños Jesús, además de medallas, rosarios y artículos para el belén.
Tras la reapertura, las ventas comenzaron muy poco a poco. Lo que más se vendía era imaginería religiosa, “pues la gente recurre a los santos al verse acorralado”, indica Jorge Vilar.
“Nuestra especialidad son las fiestas de los pueblos, y en ese sentido hemos estado muy parados porque se suspendieron todos los actos. Aunque algunas localidades, a pesar de no tener fiestas, quisieron mantener algunas tradiciones, como la de rifar la imagen del santo”, por lo que pudieron seguir vendiendo. Sin lugar a dudas, las imágenes más solicitadas han sido las de san Pancracio, a quien le piden salud y trabajo, y la de san Judas Tadeo, patrón de lo imposible. “Aunque éstas habitualmente tienen mucha venta incluso sin pandemia porque se regalan mucho”, reconoce Jorge.
De cara a las Navidades se notó un repunte de las ventas, a pesar de que tenían menos género porque algunos fabricantes han cerrado. Para ellos, la venta es mayormente presencial, aunque ahora “nos llaman desde los pueblos para asegurarse de que tenemos lo que quieren antes de hacer el viaje”.