MARÍA JOSÉ FRAILE | 3-12-2015
El matrimonio católico va más allá de cualquier dimensión de amor conyugal. El consentimiento que se dan los esposos se integra en la alianza de Dios con los hombres, excluyéndolo de ser  una institución puramente humana a pesar de las variaciones que ha experimentado a lo largo de los siglos en diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales, tal y como recoge el Catecismo de la Iglesia (CIC).
Se trata de una “alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de Sacramento entre bautizados” (CIC 1601).
El matrimonio, como sacramento instituido por Jesucristo, tiene una gracia, una ayuda sobrenatural, siempre que se reciba con las disposiciones adecuadas.  Una gracia con un triple efecto: el perfeccionamiento del amor natural, la confirmación de la unidad y la indisolubilidad y la santificación de los cónyuges, y que se recoge en el Concilio Vaticano II: “el Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con el don especial de la gracia y la caridad” (GS 48).
El “sí” que se dan hombre y mujer  tiene que ver con Dios, y la Iglesia lo consagra, lo santifica, lo completa y lo pone bajo la bendición del Creador. El objeto de ese ‘sí, quiero’, del consentimiento matrimonial, es la entrega  mutua, total y desinteresada de los dos cónyuges, del uno hacia el otro, en una unión que se expresará en la mutua entrega y acogida, de respeto y orientado a crear relaciones de ayuda recíprocas. De ahí que sea excluyente del matrimonio el egoísmo.
Lo ideal es que cada pareja, al tiempo que construye una forma de vivir, un lenguaje y gestos propios para expresarse el amor, vaya construyendo poco a poco, su lenguaje espiritual en común.

Lea el reportaje íntegro en la edición impresa de PARAULA. Incluye los artículos ‘Consejos para un amor maduro’, del profesor de la Universidad Católica de Valencia José Ignacio Prats; ‘…Y en la enfermedad, todos los días de mi vida’, de Julio Tudela, del Observatorio de Bioética de la UCV; ‘El don de fecundidad’, de Gloria Casanova, profesora del Pontificio Instituto Juan Pablo II.