El milagro eucarístico de Silla es de los más nuevos que celebramos en este año jubilar del Santo Cáliz. Con poco más de un siglo de antigüedad (data de 1907), la localidad de Silla aún recuerda el robo y posterior hallazgo de las sagradas formas que hoy se veneran en la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. En dos ocasiones, se autentificó la veracidad de los hechos. La última de ellas fue a principios de los años 80 cuando el entonces arzobispo de Valencia, Miguel Roca, decretó el culto que debían recibir las formas recién consagradas, de acuerdo al Código de Derecho Canónico.

Para poder exponer las sagradas formas en su fiesta eucarística, se hizo por suscripción popular -con la donación de joyas familiares- una custodia en forma de naranjo, más conocida por el nombre de ‘el taroncheret’.

B.NAVA | 18.03.2021
Para poder hablar del milagro eucarístico de Silla debemos retroceder a la época en la que las tropas de Jaume I conquistan nuestro territorio. Solo así podremos entender la devoción y la fe del pueblo de Silla. Con la albufera como marco de excepción, entre arrozales y fértiles huertas, se erige una de las primera iglesias de la época de la reconquista. El rey Jaume I concedió este lugar a la Orden Hospitalaria y después, con una segunda iglesia, pasó a la Orden de Montesa.

El templo actual, dedicado a la Virgen de los Ángeles, data de la segunda mitad del siglo XVIII, constando la presencia como párroco de fray José Huguet. Es aquí donde se venera al Santísimo Cristo de Silla, cuya escultura primitiva se perdió en la guerra. Cuentan, que el Cristo fue depositado por unos ángeles que vestidos de peregrinos llegaron a esta población; aunque parece ser que fue una donación de san Juan de Ribera y los caballeros de Montesa. Para él, se construyó un bellísimo altar obra de Leonart y del que quedan restos salvados de la Guerra Civil.

“El pueblo de Silla, piadoso y amante de Jesucristo en su pasión y muerte en ese su Santísimo Cristo de Silla, vivió en el año 1907 un hecho portentoso”, explican fuentes parroquiales.

Robo de las sagradas formas
25 de Marzo de 1907, día de la Encarnación, y además, ese año, lunes santo. La parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles sufre un robo. Alguien sustrae del sagrario un copón con formas consagradas. Al darse cuenta del robo, el párroco, Miguel Zaragozà, mandó repicar las campanas con el clásico toque ‘arrebato’, con lo que todo el pueblo se movilizó para encontrar al ladrón y ver de restituir las hostias consagradas. Nadie consiguió apresar al ladrón, reinando, entonces, entre la población un gran pesar y consternación.

El día 26 (martes santo) llovió, y el día 27 (miércoles santo), unos hombres que trabajaban en un huerto de naranjos cercano a la población, encontraron, revueltas con la tierra húmeda, las formas robadas en perfecto estado de conservación.
“Silla, que fue en aquel momento, toda, un vibrar de campanas volteando de alegría, a pesar de ser miércoles santo, trasladó procesionalmente las sagradas formas a la parroquia y, por inspiración divina, Silla las guardó”, comentan.

Como a 250 metros de donde se hallaron las sagradas formas, estaba la última casa del pueblo. Allí, las piadosas mujeres improvisaron, sobre una mesa, un altar, en el que el sacerdote depositó el copón que contenía las formas encontradas, envueltas en un pañuelo.

Se organizó la procesión de la gente que se había reunido para volver a la parroquia. Los varales del palio eran llevados por los cuatro jornaleros, en sus ropajes de faena.

Cuando llegaron al templo, las depositaron en el sagrario, seguramente con la idea de que pasados unos días se habrían descompuesto, dado su lamentable estado. Y continuó la celebración de la Semana Santa con distintos ánimos con que se empezó.

Tal y como consta en una estampa de la época, el 7 de abril de ese mismo año, se celebraron los actos de desagravio. “Como si la feligresía quisiera demostrar a Jesús Eucaristía su actitud de repulsa, y su disposición al amor”, aseguran.
Guardadas, todos los años, el primer domingo de mayo, se celebraba una fiesta eucarística y se exponían las formas para la adoración de los fieles.

Reconocimiento de la incorruptibilidad
Pasaron los años y el año 1930, veintitrés años después de su hallazgo, el párroco de aquel entonces, Salvador Espín, viendo el perfecto estado de conservación, ya que se conservan incorruptas lo mismo que el día que se encontraron, dio cuenta a sus superiores y hechas las comprobaciones correspondientes, se inició un expediente en el Arzobispado para declarar milagrosa su conservación, interviniendo el entonces prefecto de rúbricas, Guillermo Hijarrubia, como delegado de la Curia Eclesiástica.

Resultado de dicho expediente fue el ‘Decreto de la curia eclesiástica’ del 4 de mayo de 1930 en que, “reconociendo la incorruptibilidad de las sagradas formas, se les dé el mismo culto eucarístico que a todas las hostias consagradas”.
Lamentablemente, dos años después, el palacio arzobispal fue incendiado perdiéndose el rastro de dichos documentos.

El taroncheret
Como recuerdo de este singular beneficio y para la mejor conservación de las mismas así como para poderlas exponer en sus fiestas eucarísticas, se hizo por suscripción popular (con la donación de joyas familiares) una custodia en forma de naranjo, ‘el taroncheret’. Se celebró un solemne triduo predicando en él, y el día de la fiesta, Elías Olmos Canalda, canónigo-archivero de la catedral de Valencia.

El último día por la tarde, se hizo la procesión claustral, reserva con las sagradas formas y después adoración de las mismas por los fieles, cantándose mientras tanto el himno compuesto al efecto por José Lluesa Martínez, asesinado durante persecución religiosa del 36, hijo del organista de la parroquia.

Como final, fueron encerradas y lacradas en la teca relicario del Arzobispado, en donde se guardaron, en presencia de todos los fieles.

En las días trágicos y angustiosos de la Guerra Civil, los intentos por destruirlas son constantes por lo que son escondidas en un hueco de una puerta de calle, siendo sacadas de ese escondite después de casi tres años de estar a la intemperie, sufriendo las inclemencias del tiempo y todas las estaciones, intactas e incorruptas y en el mismo estado de conservación.

Salida a Torrent
En el año 1949, como final de la ‘Gran santa misión’ del arciprestazgo de Torrent, las sagradas formas fueron sacadas por vez primera de Silla y trasladadas a Torrent en un viaje triunfal, donde fueron veneradas por multitud de fieles. Cuentan que “miles y miles de gargantas cantaron alabanzas a Dios ante esas sagradas formas incorruptas y sintieron el hecho milagroso que Silla tiene la dicha de ser su custodia y guardián”.

Por eso, un grupo de hombres de Silla, con sus primeras autoridades al frente, constituyeron la Cofradía del Santísimo de las Sagradas Formas, “para rendirles todo el culto que ellas merecen y para darlas a conocer por toda España y por toda la cristiandad”.

Nuevas pruebas periciales
Ya en el año 1983, concretamente el 2 de octubre el entonces arzobispo de Valencia, Miguel Roca Cabanellas, siendo párroco Fernando Gómez, firma un decreto en el que afirma que “ante los resultadas de las pruebas periciales, documentales y testificales que nos han sido presentadas, declaramos como auténticas y en buen estado de conservación las mencionadas sagradas formas y decretamos les sea tributado el culto que prescribe el canon 898”.
Una semana más tarde, tiene lugar una solemnísima concelebración de gracias presidida por el propio Arzobispo en la que se da a conocer al pueblo el anterior decreto y se le anima a continuar creciendo en el amor a la Eucaristía.