Los padres Esteban y Marisol y sus dos hijos, Sarah y Joel, en el panteón donde está enterrado Francisco. FOTO: ALBERTO SÁIZ

SAMUEL MARTOS | 09.09.2020

La estatua de un angelito, símbolo de la inocencia, corona el panteón de nonatos del cementerio de Torrent, frente a la imagen de la Virgen de los Desamparados. Allí descansa el pequeño Francisco con sólo siete semanas de gestación.

El primer día de septiembre, mientras miles de familias volvían a su trabajo, Esteban y Marisol aún tenían por delante una jornada llena de emociones, a la altura de lo vivido durante el último mes. Por la tarde, el cumpleaños de su hija mayor, Sarah. Y por la mañana, el funeral de su hijo menor, Francisco, que murió tras sólo siete semanas de gestación. Una “personita en miniatura” que acogieron al sufrir un aborto natural, y enterraron en el nuevo panteón de nonatos de Torrent porque “nuestro hijo es un ser humano, no un despojo”. Esta es su historia, una historia de fe en el sufrimiento, de “salvación, misericordia y aceptación de la cruz”.


Marisol, 35 años, abogada, y Esteban, 40 años, trabajador social, son hoy padres de tres hijos, llevan una vida cristiana pero no siempre fue así. “La Virgen María nos rescató de vivir en el mundo, y de la influencia de la New Age”, cuenta Marisol, “tampoco vivíamos bien nuestra relación, pensábamos que muchas de las cosas que dice la Iglesia eran antiguas y sin valor, pero la Virgen nos devolvió la pureza”. En el caso de Esteban, le salvó “descubrir la presencia de Dios en la Eucaristía y los sacramentos, especialmente en el matrimonio”.


Hace unos meses “vimos que teníamos que abrirnos a la vida, y un día Nuestra Madre María nos puso en el corazón el deseo de ir a un Santuario suyo”. El 6 de agosto, en el Santuario de la Virgen del Puerto de Plasencia, supieron que Marisol estaba embarazada, y “fue un milagro y lo recibimos con mucha alegría, como un regalo inmenso, sin ninguna preocupación”.
Y rezando ante la Virgen en el Santuario, nos cuenta Marisol el mismo día del funeral de su hijo, “le pedimos al Señor que fuera Santo. Se lo entregamos al Señor”. Marisol tiene que hacer una pausa porque no puede contener la emoción, “claro, nuestros planes eran distintos, no sabíamos que la voluntad de Dios iba a ser llevarse tan pronto a nuestro bebé”.


“Acercarnos a la Cruz”
Durante el segundo mes de embarazo llegaron los primeros sangrados, pero “cuando fuimos asustados al hospital, nos dijeron que todo iba bien”. El bebé medía dos milímetros y aún así se movía y estaba vivo. En la segunda ocasión que fueron a urgencias, “nuestro hijo había crecido y la ginecóloga nos dijo que no había problemas”, pero pronto empezó su particular calvario.


“Sin cruz no hay amor de verdad”, afirma Marisol sólo tres días después de recibir en sus manos el cuerpo de su hijo. “Nuestra realidad nos hace huir del dolor, pero Jesús nos pide acercarnos a la cruz”. A los tres días, tuvieron que volver a urgencias por fuertes sangrados, y entonces ya les confirmaron que se trataba de un aborto diferido: “como madre, se me partió el corazón por cómo me lo dijeron, cómo hablaban de Francisco, como si fuera un hijo de segunda: nos decían que no lo buscáramos porque no lo íbamos a encontrar, que no nos aferráramos a nada”.


A partir de ese momento, “incrementamos la oración, ni Jesús ni María nos abandonaron en ningún momento, oramos con esperanza para que el Señor obrara el milagro y reviviera a nuestro pequeño pero siempre aceptando Su voluntad, su Plan en nuestra Vida, pero eso sí, le pedíamos con todo nuestro corazón que de no obrarse ese milagro pudiésemos recoger su cuerpecito y que no terminara como un despojo médico en el hospital”. Igualmente, empezaron una novena al Padre Pío, y al quinto día “nuestro sacerdote trajo a Jesús Eucarístía a casa y Marisol pudo comulgar y el Señor nos dio una gran paz. Entonces decidimos llamarle Francisco, como el nombre del Padre Pío”.


Finalmente, el pasado 30 de agosto, domingo a mediodía, después de “un día durísimo, de muchísimo dolor”, cuenta Marisol, y en medio del rezo de un rosario, “fui al baño y me di cuenta de que el bebé salía, lo pude recoger en mis manos, me asombró lo grande que era, por lo menos unos 5 centímetros, las ecografías indicaban 5 milímetros incluso menos”, Esteban también lo recogió, “nuestro hijo era un ser humano en pequeñito, no un despojo. Tenía sus bracitos y sus piernecitas”.


“Un sitio donde llevarle flores”
Allí mismo le dieron un bautismo y lo pusieron en una cajita. Gracias a un hermano de la comunidad de “Siervos de Cristo Vivo” a la que pertenecen, conocían la existencia del nuevo panteón de nonatos de Torrent, y decidieron enterrar allí al pequeño Francisco: “ha sido un regalo del Señor poder darle la dignidad que se merece como hijo de Dios, hoy hemos podido despedirle de verdad, como hay que despedir a un hijo”, afirma Marisol. Igualmente Esteban se muestra agradecido a la Iglesia: “el mundo no tenía un lugar para mi hijo y la Iglesia me lo ha dado, un sitio donde poder recordarle e ir a llevarle flores, así que doy gracias a Dios”.


El funeral de Francisco tuvo lugar el 1 de septiembre a las 10:45 horas en el cementerio de Torrent, seguido del entierro, al que asistieron familiares y amigos de la familia, y miembros de la comunidad de Siervos de Cristo Vivo.


También los dos hermanos de Francisco, Sarah de 5 años y Joel, de 3 años, que “a su modo de niños, fueron muy conscientes de lo que había pasado con el hermano que esperaban”. El día del funeral, Joel preguntó por el bebé y los padres pensaron que se refería al bebé de juguete que le habían regalado a su hermana por su cumpleaños, pero pronto se dieron cuenta de que hablaba de su hermano: “yo lo quiero mucho, al pequeñito bebé”.


Después de un mes de fuertes emociones, Marisol afirma sentirse “mucho más amada por el Señor”. El gran descubrimiento que les ha traído Francisco “ha sido la experiencia de la cruz y de la resurrección. Que no podemos huir del dolor, porque seguimos a Uno que ha pasado por el dolor y ha resucitado”. Personalmente, “tenía miedo de esta gran prueba, no sabía cómo iba a reaccionar, pero he descubierto que con el Señor todo es posible, y no ha sido una experiencia traumática, sino todo lo contrario, de esperanza”. Por eso, llama “a los padres que sufren un aborto, a que se acerquen a Jesús Eucaristía y a los sacramentos, que son la única manera de vivir una experiencia tan dura sintiendo la misericordia de un Dios que nos ama infinitamente”.


En la misma línea se expresa Esteban: “el Señor nos ha ayudado a llevar el dolor, nos ha fortalecido para dar este paso, y hemos podido vivir esta experiencia dolorosa con alegría”. Poder enterrar a su hijo para “no tener miedo, no esconder la realidad y confiar en el Señor, porque nunca es bueno cerrar los ojos, aunque duela”.


La estatua de un angelito, símbolo de la inocencia, corona el panteón de nonatos del cementerio de Torrent, frente a la imagen de la Virgen de los Desamparados. Y desde este domingo, alberga también el nicho de un verdadero ángel que cambió la vida de sus padres. Descansa en paz, pequeño Francisco.