La solidaridad no se mide solo en kilos de alimentos. Un grupo de voluntarias católicas de Valencia llama por teléfono a diario a mujeres mayores que viven solas durante el periodo de confinamiento. Son las caperucitas modernas que visitan ‘telefónicamente’ a sus abuelitas, en una iniciativa que se está extendiendo por toda España.
EVA ALCAYDE | 14.05.2020
Paquita tiene 86 años y una pena muy grande en el corazón, pues hace tan solo unas semanas que ha perdido a su hija, de 57, en medio de la pandemia. Paquita vive sola, en el barrio valenciano de Ruzafa, y se vale por si misma, aunque desde que empezó lo del coronavirus le cuida una señora.
Paquita no ha podido despedirse de su hija y eso le pesa mucho por dentro. “Solo podía ir una persona, pero mi yerno y mis nietos me han dicho que ella murió en paz y tranquila, sabía que se iba con Dios”, nos dice lamiéndose su herida.
Paquita se ha repetido muchas veces la misma pregunta: “¿Por qué mi hija se ha ido antes que yo?” Y las respuestas que buscaba las ha encontrado en las llamadas que le hacen sus ‘caperucitas’.
Operación Caperucita
Paquita -y otra veintena de señoras mayores que viven solas- reciben cada día la llamada de una voluntaria, una ‘caperucita’, como se hacen llamar. Cada día es una distinta. Su cometido es hablar, charlar, conversar, entretener a estas ‘abuelitas’ para mitigar su soledad y su miedo por este virus que se ha llevado a miles y miles de personas en toda España.
Lo que comenzó siendo una iniciativa personal de la valenciana Alicia Chueca, supernumeraria del Opus Dei, se ha convertido en la ‘Operación Caperucita’, un proyecto solidario de acompañamiento cristiano, que se está extiendo por toda España.
Cuando comenzó el confinamiento por el estado de alarma por el Covid-19, Alicia llamaba a su madre, a las madres de sus amigas, también a las abuelas de las hijas de sus amigas y se dio cuenta de que hacía bien.
“Lo fui diciendo dentro de la Obra, pero nuestras abuelas tienen muchos nietos y no les hacía falta”, explica Alicia, que se puso en contacto con las Carmelitas Samaritanas de Valladolid. “Ellas nos consiguen abuelas mayores de toda España que viven solas y que de repente se han visto confinadas en sus casas sin poder salir”.
Cuando salimos de casa, hablamos con muchas personas distintas a lo largo del día: con la cajera del supermercado, el dependiente de la frutería, la camarera de la cafetería… “nuestras llamadas son como simular esa salida, es una ventana a la calle o como un patio de vecinas”, explica la responsable de este curioso proyecto.
Alicia Chueca intentó también llevar la iniciativa a las residencias de ancianos, como la de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Valencia, pero la situación en las residencias ha sido complicada en esta pandemia. El boca a boca entre parroquias y comunidades es lo que mejor ha funcionado. “Todas las caperucitas y las abuelitas somos católicas y lo hacemos como una obra de caridad, no como un cotilleo. No somos intrusas sino acompañantes en el confinamiento”, aclara.
La organización es sencilla, un grupo de WhatsApp con 32 ‘caperucitas’ voluntarias y una veintena de abuelitas a las que se llama cada día.
Todos los días, a primera hora Alicia asigna a las ‘caperucitas’ una abuelita a la que debe llamar. Y el resto ya es cosa de cada una. Pero después de tantas semanas se conocen entre todas y gracias a su grupo de WhatsApp están al tanto de cada una de las abuelitas.
“Narcisa se encuentra muy bien, esta mañana ha salido a pasear y esta tarde estaba esperando porque su hijo iba a salir en YouTube”, dice una ‘caperucita’ en el grupo y otra comenta que hay que rezar por otra abuelita que estaba pendiente de la operación de un familiar.
A Paquita, por ejemplo, le han venido muy bien las llamadas de sus caperucitas. “Me han dado alegría y paz cuando más lo he necesitado. Me han dado cariño y mucho ánimo. Si no fuera por ellas estaría hundida”, asegura y añade que “son jóvenes y tienen gracia para hablar”.
“Yo soy creyente, de la parroquia San Francisco de Borja, pero la fe que tienen ellas es una maravilla del cielo”. destaca Paquita que espera cada día la llamada de su ‘caperucita’. “Cuando quiera el Señor ya me llevará con mi hija”, confiesa.
«Hay señoras que necesitan hablar y otras escuchar»
“A mi me aporta mucho, me lo paso muy bien y en este tiempo he aprendido muchas cosas de las abuelas, como a hacer arroz con leche en versión asturiana, bizcochos de todo tipo y flanes”. Así lo explica Alicia Chueca, promotora y alma mater de la iniciativa ‘Operación Caperucitas’, que define como un gran patio de vecinas, en la que cada una habla de lo que quiere.
Para Alicia, charlar con las abuelitas es como realizar un repaso a la Historia de España de los años 60. “Han vivido sus vidas y han estado activas, han sido profesoras, modistas o amas de casa… han tenido familias e hijos y te cuentan los viajes que han hecho con sus maridos o sus batallitas”, explica Alicia, que intenta que las mujeres se olviden por un rato del tema del coronavirus. “Hay abuelas que necesitan hablar y otras que necesitan que tú les cuentes cosas para distraerse, porque han estado muchas días sin poder salir ni ir a misa”, cuenta Alicia a quien no importaría que la iniciativa perdurara en el tiempo, incluso después de recuperar la nueva normalidad. “Muchas de las abuelitas ya nos han dicho que no quieren que dejemos de llamarlas, que es una alegría que tienen en el día”, afirma.
«Las abuelitas se quejan mucho de la soledad»
A Verónica Serrano la soledad de las personas mayores le toca de cerca porque su madre también es mayor y vive sola. “Aunque de salud se encuentren bien, la mayoría se queja mucho de la soledad”, señala.
Verónica, que trabaja en un despacho, pero ahora está confinada en casa con su marido y sus hijos, hace una llamada al día, normalmente por la tarde, entre las cinco y las seis, “cuando ya se han despertado de la siesta y antes de la hora de la misa o del rosario que siguen por la televisión y no se lo pierden por nada del mundo”.
Verónica les pregunta cómo están, cómo están sus familias -algo que a ellas les gusta mucho- o si han salido a la calle a dar un paseo, ahora que se puede. “De cualquier cosa, menos del coronavirus, para que se entretengan y se evadan de lo que tienen delante”, asegura.
“Hay abuelos que no tienen nietos que les llamen todos los días»
María López tiene 18 años y en este curso extraño está estudiando Derecho y ADE, entre videoconferencias y clases ‘online’. Una amiga de la familia le propuso convertirse en ‘caperucita’ y a pesar de su corta edad, María tiene las cosas bastante claras. “Yo llamo a mis abuelos todos los días, pero hay muchos abuelos que no tienen nietos que les llamen”, argumenta. Así que pensó que realmente no le costaba nada involucrarse en la iniciativa.
Cada día María llama a una abuelita distinta, la que le asignan, y aunque reconoce al principio la situación era un poco fría, ella les trataba con el mismo cariño que a sus propios abuelos. Y claro, ellas le han cogido confianza.
“No se trata de hacer de psicóloga con, sino solo de hacerles compañía”, subraya María, que antes de sus llamadas mira la programación de televisión “por si hay alguna película antigua que puede gustarles y se la recomiendo, porque ellas no saben nada de wifi, ni de internet”.
María considera que los jóvenes, en general, van más a su bola, y les importan antes sus cosas que las de los demás, pero también cree que el confinamiento nos está acercando más a la familia. “Me he dado cuenta de que antes la gente era más cercana. Mis padres han estado más con sus abuelos que yo con los míos, y tenemos mucho que aprender ellos”, dice la joven que ha descubierto en estos días que a su abuelo se la da muy bien dibujar.
La experiencia de la ‘Operación Caperucita’ le está encantando a María. “Es muy bonito saber que eres un impulso para otra persona y que con pequeños gestos puedes alegrarle día a alguien. Y eso es algo que merece la pena”, explica la joven, que también ha aprendido otra cosa: “Nosotros siempre nos estamos quejando y las personas mayores, que son las más perjudicadas por el coronavirus y los que menos pueden salir, no se quejan tanto”.
“Nuestra llamada es como su salida a la calle y su paseo»
Para Pura Sánchez, feligresa de Alfara del Patriarca, la ‘Operación Caperucita’ está siendo toda una experiencia genial, y le está gustando tanto que la está extendiendo por su localidad. “Las personas mayores se desmoronan fácilmente, están muy abatidos y deprimidos por todo lo que está sucediendo con el Covid-19, especialmente con las personas como ellos”, señala Pura que asegura que las abuelitas esperan impacientes cada día la llamada de su caperucita.
El objetivo personal que se ha marcado Pura en sus llamadas es intentar hacer reír a sus abuelitas, “o por lo menos sacarles una sonrisa”. Y para ello les dice lo jóvenes que suenan sus voces por teléfono, lo listas que van a ser cuando todo esto pase, si siguen haciendo tantos crucigramas o sudokus, o les pide que les hablen de sus pueblos… “todas me invitan a conocerlas a su pueblo cuando todo acabe… ¡Qué bonicas son!”, exclama Pura, aunque reconoce que a veces sacarles la sonrisa es muy difícil: “Una señora estaba muy abatida y, por más que le insistí, me dijo que no tenía ganas de reírse, y yo le contesté que iba a rezar sólo para que sonriera. Así lo hicimos en el grupo todas las caperucitas”.
Pura, que tiene una voz agradable y transmite simpatía al teléfono, dice que esta iniciativa le proporciona una gran satisfacción. “Cuando uno da, siempre recibe el triple y yo tengo el deber de no fallar ningún día y que ninguna abuelita se quede esperándome, quiero pensar más en ellas que en mi”. También le gustaría continuar haciendo de ‘caperucita’ cuando toda esta situación del coronavirus se acabe porque “aunque termine el confinamiento y se pueda llevar vida más o menos normal, los abuelos van a seguir estando ahí y nuestra llamada de alguna manera su salida a la calle”.
Tanto entusiasmo imprime Pura a lo que hace que muchas vecinas de Alfara del Patriarca se han sumado ya a la iniciativa y también está siendo un ejemplo para su propia hija, que tiene 23 años y visita a domicilio a dos abuelitas todas las semanas. “Es una labor preciosa y no sabes lo que reconforta cuando alguna de las abuelitas -las que tienen WhatsApp y se manejan con el smartphone- te envían un mensaje antes de acostarse que dicen: ‘Buenas noches caperucita’. Es cuando quieres contárselo a todo el mundo”, dice Pura sacando su sonrisa al otro lado del teléfono.