Joaquín, en los Alpes durante el verano de 2021.

❐ L.B. | 27.01.2022
Hace apenas dos meses, Joaquín Almela decidió dejarlo todo y dedicar su vida al Señor en la soledad, silencio y oración de la cartuja. Su decisión sorprendió tanto a su familia como a sus amigos y compañeros de trabajo. ¿Cómo es posible que un joven de 29 años con una intensa vida social, como él mismo reconoce, sea capaz de dar un giro tan radical a su vida?

La Cartuja Santa María de Porta Coeli es su casa desde el pasado 7 de diciembre. Rodeado de montañas y silencio, Joaquín siente que está en su lugar.

Nacido en Castellón de la Plana hace 29 años, su amor por el campo y la naturaleza llevó a Joaquín a estudiar ingeniería agrícola y durante tres años ha dado clases en un colegio religioso de Barcelona.

Joaquín, de familia numerosa, ha sido educado en la fe desde pequeño y ha estado muy integrado en su parroquia castellonense de Santo Tomás de Villanueva. Allí formó parte de distintos movimientos de oración, como la Adoración Nocturna o los Jóvenes en el Corazón de Cristo por María. Pero fue su gran afición al deporte lo que terminó acercándole más íntimamente a Dios.
Joaquín practicó atletismo durante 14 años llegando a participar en campeonatos de España y Europa con el club de atletismo Playas de Castellón. Además, su afición a la montaña, le llevó a practicar también espeleolología y alpinismo.
“El paisaje, los pájaros, el silencio, la contemplación de la creación, de lo que nos ha regalado Dios para que podamos verle y alabarle a través de la naturaleza, en las cumbres, bajo tierra… ha sido lo que me ha ido atrayendo poco a poco”, confiesa Joaquín a PARAULA.

“En las cuevas se ven cosas fabulosas. Son un lugar de contemplación de la creación, como también lo son los paisajes de montaña. Yo veo a Dios en la realidad que nos envuelve”, manifiesta.

Por eso, reconoce que no ha habido un momento concreto en el que sintiera la llamada vocacional a la vida religiosa, sino que “es algo que he tenido dentro de mí y el Señor ha ido atrayéndome y llevándome en pequeñas dosis a la vida contemplativa”. Y es que a Joaquín siempre le ha atraído la soledad y la tranquilidad, la contemplación de la naturaleza que le permitían vivir momentos de gran intimidad con el Señor. “Algo en mí me llamaba a este tipo de vida”, indica.

Una experiencia en Navidad
De ahí que, ante este sentimiento, hace dos años se decidiera a hacer una experiencia vocacional, en la Cartuja de Porta Coeli durante sus vacaciones de Navidad. Así, tuvo la oportunidad de vivir como un monje más durante varios días (las experiencias pueden durar entre diez días y tres meses). “El tipo de vida de los cartujos no es similar a ningún otro. Es una vida muy solitaria: en tu ermita, con tu jardín y tu espacio para trabajar, leer, estudiar y rezar. Sólo Dios y tú. O estás muy enamorado de Cristo o es imposible de llevar”, destaca Joaquín.

Pero a pesar de la dureza de la vida en la cartuja, Joaquín se adaptó sin problemas. “No había nada que quisiera descartar o cambiar”, comenta, de ahí que la experiencia le dejara “muy buen sabor de boca”.

Después de este tiempo, vino un período de discernimiento acompañado por la dirección espiritual de un sacerdote. “Hice la experiencia teniendo claro que no perdía nada con probar. Al final es Dios el que llama, mete algo dentro de ti que te tiene inquieto y te lleva a plantearte preguntas… Por eso es bueno acudir a personas que tienen más conocimiento que tú y ven si te ajustas o no”, añade.

Un camino de desprendimiento
Tras dos años de discernimiento y con la decisión tomada, vino el momento de cortar con el trabajo y con todos los apegos.

Fue entonces cuando Joaquín quiso cumplir un último deseo: hacer el Camino de Santiago. Y recorrió los 1.200 km que separan Castellón de Santiago como una forma de abandono cada vez mayor en las manos del Señor. “Salí yo solo, con mi mochila, mis zapatillas, el bastón y sin apenas dinero. Fue una experiencia de vida en solitario y de confiar en el Señor porque durante 34 días viví de la providencia abandonándome cada vez más en las manos de Dios”.
Pedía limosna, comida, un sitio para dormir… Joaquín sólo se preocupaba de rezar y pedir por las personas que le tenían que acoger. “Y la Providencia se preocupó de mis necesidades. Solo tuve que dormir en el suelo un par de noches, el resto siempre me acogieron y nunca me faltó para comer”.

A la puerta de la Cartuja, el día de su ingreso.

Se abren más puertas
Joaquín Almela es consciente de que la vida en la Cartuja en la opción es la más radical. No hay contacto con el exterior ni por ‘mail’ ni por teléfono, cartas, pocas y visitas de la familia, sólo dos al año.

“Mi vida antes era muy social y bastante de salir. De ahí que mi decisión impactara a todos. Pensaban que estaría unos días y volvería a casa”.

Al principio sus hermanos estaban tan sorprendidos que no lo asimilaban. “Hasta que no lo vieron no fueron conscientes”.
Muchos amigos le animaron. “¡Adelante! Si el Señor te llama…”. Pero también ha habido quien no lo ha entendido e, incluso, quien le ha reprochado que haciendo falta sacerdotes se recluya en un monasterio en vez de dedicarse al apostolado.

Joaquín reconoce que “es una decisión muy valiente eso de cortar con todo”. Y tiene muy claro que ni ha abandonado a su gente. “Ahora tengo más presentes a todas las personas que amo, tanto en la oración como en las misas”.

“Al final uno, apartándose de las preocupaciones y de las cosas materiales del mundo, está más cerca de Dios y de las necesidades del mundo. Pierdes a nivel material o de contacto, pero precisamente eso era lo que te apartaba de lo más importante que es Dios. Al quitarme todo lo que impide o me despista de la intimidad con el Señor, me resulta más fácil el contacto con Él. No se me ha cerrado una puerta sino que se me han abierto más puertas para una relación más cercana y personal con el Señor”.

Y asegura que ahora está más pendiente de las cosas que necesita el mundo. “Rezo por las vocaciones, ofrezco mis penitencias y limitaciones por los que están en el mundo. Si estás pidiendo insistentemente a Dios, es más fácil que Dios lo conceda. La vida contemplativa tiene un valor muy importante”, afirma.

Al final, esta vida “es una respuesta amorosa a lo que el Señor quiere”, manifiesta.

Dirigiéndose a los jóvenes que puedan estar planteándose una vocación religiosa, Joaquín afirma con rotundidad que “es importante tener claro que estamos en las manos del Señor y si le preguntas qué quieres de mí y te dejas llevar por su amor, Él te ayuda a descubrir lo que quiere de ti. Hay que ponerse en las manos de Dios y confiar. Yo pienso que si me ha guiado hasta aquí es porque quiere que sea feliz alabándole y orando por los demás”.

“Sé que vendrán contrariedades pero tengo fe en Cristo y en la vida eterna”, concluye Joaquín.