En la eucaristía participó la comunidad religiosa. FOTO: A.SÁIZ

L.B. | 22.10.2020

Diez jóvenes realizaron en Valencia su profesión perpetua de votos como Hermanitas de los Ancianos Desamparados, tras haber completado en la Casa General de la congregación un año de preparación previa, llamado ‘año de tercera probación’.
La profesión perpetua tuvo lugar en el transcurso de una eucaristía que ofició el obispo auxiliar de Valencia monseñor Javier Salinas en la capilla de la Casa General, el pasado jueves 15, “en la que tomó parte la comunidad religiosa, los celebrantes y las profesas, cumpliendo todas las medidas establecidas por la pandemia”, indica Carmen Atán, secretaria general de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.


Las diez jóvenes que profesaron los votos perpetuos, con edades comprendidas entre los 25 y 30 años, son María-Raquel Suquilanda Gordillo, de Ecuador; Xiomara Gutiérrez Torres, de Colombia; y ocho jóvenes procedentes de Perú: Aurora Lima Paquiyauri, Carolina Pillaca Yañe, Kely-Naty Huillca Uhuina, Ruth-Madeley Canaza Machaca, Ilda Cajchaya Mamani, Emiliana Herrera Camizán, María-Carmi Neyra Caucha y Justina Sedano Salazar.


Al igual que la pasada primavera, la profesión de votos perpetuos “a causa de la pandemia no ha podido celebrarse en las provincias religiosas de los países de origen de las profesas -Perú, Colombia y Ecuador- como se hace habitualmente para que los familiares puedan asistir, sino que se ha celebrado en Valencia, donde han realizado su último año de formación antes de los votos perpetuos”, explica.


Un día de bendiciones
“Fue un día muy pleno de gracias y bendiciones, que vivimos con una gran alegría”, explica la madre Atán. A pesar de las limitaciones derivadas de la pandemia, “no tuvimos ningún inconveniente y pudo participar la comunidad en pleno: novicias, postulantes y junioras también”, añade.


“Los concelebrantes disfrutaron igualmente de la celebración porque era un grupo numeroso, al ser de todas las provincias. Fue muy satisfactorio”, a diferencia de la última profesión de votos que tuvo lugar en abril, “cuando estábamos muy cohibidas por la situación más complicada de aquel momento”. Esta vez “estábamos más liberadas y lo hemos podido disfrutar más”, subraya la M. Carmen Atán, quien manifiesta que en la residencia hacen controles periódicos de covid-19 a empleados y hermanas y “son todos negativos, gracias a Dios”.


Tras la profesión perpetua las religiosas recibirán nuevos destinos, a los que se incorporarán “según la situación de la pandemia lo vaya permitiendo”.


En el transcurso de la eucaristía las profesas, tras ser llamadas, solicitaron a Dios y a la Iglesia servir a Jesucristo y a los ancianos desamparados. Tras la liturgia de la Palabra y la homilía, se les preguntó si querían ser consagradas y posteriormente se rezaron las letanías, que las jóvenes profesas escucharon postradas.


Finalizadas las letanías, cada joven se acercó a la Madre Superiora y leyó la fórmula de profesión, escrita de su propia mano, que después firmó en el altar.


Terminada la profesión, las religiosas se pusieron de rodillas y el celebrante les impuso la bendición solemne para, posteriormente, recibir las coronas, símbolo de la unión con Jesucristo en el amor y en el sacrificio. Por último, la Superiora declaró solemnemente que las nuevas profesas forman ya parte de la congregación.


Profesión de novicias
La Casa General de la congregación también acogió el mismo jueves, por la tarde, la primera profesión de votos por parte de cuatro novicias, dos de ellas bolivianas, una peruana y otra filipina. Asimismo, el día anterior, el miércoles 14, en acto privado, vistieron el hábito tres jóvenes: una filipina, otra brasileña y otra mozambiqueña.


En la actualidad, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados cuentan con 2.100 religiosas, atienden a más de 20.000 ancianos sin recursos en 200 asilos y residencias en Europa, Iberoamérica, África y en Asia. La congregación fue fundada en 1873 por el sacerdote Saturnino López Novoa y por Teresa de Jesús Jornet, que fue canonizada en 1973 por Pablo VI. El primer centro se abrió en Valencia, donde también está su Casa General.