La Hna. Amparo pertenece a la comunidad de Mislata desde hace 25 años. FOTO: V.GUTIÉRREZ

L.A./ L.B. | 18.02.2021
La hermana Amparo Alba Pelechá acaba de celebrar sus bodas de diamante, 75 años, como religiosa de las Hermanas de la Doctrina Cristiana, donde ingresó el 11 de febrero de 1946, con sólo 14 años.

Natural de la Pobla de Vallbona, evoca hoy a sus 89 años la precocidad de su vocación, con voz firme y alegre: “he querido ser monja siempre”. Y recuerda cómo, siendo aún muy pequeña, le preguntó a su madre: “Mare, vosté vol que siga monja?”. Su madre le animó a esperar, pero no pudo ocultar su alegría ya que todos los hijos que tuvo, los ofreció al Señor e hizo todo lo posible para que fueran religiosos, “sin forzar a nadie”. De hecho, explica la Hna. Amparo, “de siete hermanos que éramos, todos menos dos estuvimos en algún aspirantado o en el seminario”. Aunque al final sólo cuajaron la vocación de Amparo y la de uno de sus hermanos que fue carmelita descalzo.

Aún recuerda el día en el que estando en el colegio de las Hermanas de la Doctrina Cristiana en el que estudiaba, la superiora anunció un aspirantado en Mislata. Amparo, con tan solo 12 años, no se lo pensó dos veces y rápidamente, se apuntó. Después de superar algunas dificultades que se presentaron, el día 22 de enero de 1944 ya estaba en Mislata. “Y a partir de ahí, hasta hoy”, manifiesta con satisfacción.

“Pasé una adolescencia muy bonita aquí, tan limpia, sin haber tenido nunca añoranza por la vida de fuera”, manifiesta. “No cambiaría nada, de verdad”.

Después de estos 75 años de vida religiosa, la Hna. Amparo insiste rotunda en que “si volviese a nacer haría lo mismo, en el mismo instituto y todo igual”. “Han sido 75 años muy felices, en la enseñanza y en la catequesis. He hecho muy buenos amigos allí donde he estado. No soy una persona muy sociable, pero quiero de verdad a la gente y creo que eso se nota”, señala.

Ahora, a sus 89 años, la Hna. Amparo aún colabora en las labores de la casa. FOTO: V. GUTIÉRREZ

Con niños y jóvenes

Durante su vida religiosa, la Hna. Amparo ha estado en colegios de Barcelona, Tarragona, Valencia y Mislata, donde ya lleva 25 años. Además, estudió catequesis en el Salesiano de Roma. “Todo ha sido tan bueno, tan bueno, que no me arrepiento de nada de lo que he hecho”, exclama. Y no deja de dar gracias por estos 75 años “porque creo que los he vivido en plenitud, siempre ayudada por Dios y por las hermanas de comunidad. He sido feliz y estoy satisfecha de lo que he hecho. Repetiría la experiencia”.

Un momento especialmente intenso en su vida y que recuerda con mucha emoción fueron los primeros ejercicios de mes que hizo en Loyola. “Fue uno de los momentos en que sentí especialmente la presencia de Dios, un tiempo extraordinario, muy bueno”. Como igualmente buenos fueron los tres años que pasó en el Colegio Pío Latino, en Roma. Allí tuvo oportunidad de conocer al cardenal Pironio y a muchos sacerdotes, y disfrutó “con todos los momentos muy vivos, de gracia diaria, de presencia de Dios que allí viví”. “Y tantos y tantos otros momentos a lo largo de la vida”, añade.

Ahora, a sus 89 años, la Hna. Amparo aún colabora en las labores de la casa y, sobre todo, en la catequesis de su parroquia, Nuestra Señora de los Ángeles, de Mislata, donde coordina los tres cursos, junto con el grupo de catequistas. “Tenemos una actividad muy fuerte de catequesis tres días a la semana”, reconoce.

Lo que nunca pudo imaginar es que iba a vivir momentos como los actuales, consecuencia de la pandemia. “Esto me está matando. Estoy bien porque no tengo nada, pero eso de no poder llevar la catequesis de la parroquia, de no poder ver a los niños ni estar con los catequistas, eso me está fastidiando”, aunque la religiosa lo suple “con un poco más de oración y de intentar hacer lo mejor que podemos”.

Después de haber tratado durante tantos años con niños y jóvenes, la Hna. Amparo considera que los jóvenes ahora “son más espabilados, van por delante en todas las cosas. Pero la pureza, la docilidad, aquel vivir la fe que habían aprendido en casa… eso no se ve en estos niños”. Y con pesar manifiesta que “algunos vienen sin saber el Padre nuestro ni santiguarse. No reciben ninguna instrucción en casa”. A pesar de todo, en vez de ver esto como un inconveniente, la Hna. Alba Pelechá, lo ve como un reto. “Ahora nos obligan a esforzarnos y a trabajar más pues nos exigen más porque tienen muy poco”, manifiesta.

‘Las mañanitas’
El pasado jueves 11, la Hna. Amparo celebró el aniversario con las hermanas de su comunidad. “Pensábamos hacerlo por todo lo grande, pero ha quedado reducido a una misa en la intimidad de la comunidad”, a la que no pudo asistir ni siquiera la familia de la religiosa. Eso sí, los profesores del colegio Sagrado Corazón le despertaron cantándole ‘Las mañanitas’, con una letra escrita por ellos mismos para felicitarle en un día tan especial para todos. Como especial fue también la comida que le prepararon las hermanas, su plato favorito: “el puchero valenciano”.

La Hna. Amparo explica que no tiene ningún secreto para tener tanta energía y vigor a sus 89 años. “No lo debo a nada especial, sino a haber vivido cada día lo que tocaba vivir, intentando hacer fácil todo lo que venía”.

Quizás a ello le hayan ayudado la Virgen de los Desamparados, a quien tiene gran devoción heredada de la familia. No en balde se llama Amparo y su madre siempre les llevaba a Valencia a ver a la Virgen. Y quizás también a san Francisco de Sales, de quien admira “su bondad y su forma de ser”. Sin olvidar tampoco, el ejemplo de su fundadora, la madre Micaela Grau, y el de las 17 mártires de la congregación, que a la Hna. Amparo le sirve “para continuar esforzádome y superándome”.