Este domingo 11 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la ‘Jornada pro orantibus’. Con el lema ‘Contemplad el mundo con la mirada de Dios’, se nos invita a que valoremos y agradezcamos la vida de los religiosos y religiosas, que se consagran enteramente a Dios por la oración, el trabajo, la penitencia y el silencio.
L.B. | 8-06-2017
Dominicas de la Inmaculada, una vida fecunda de oración, trabajo y actualidad
Las Dominicas de la Inmaculada de Torrent son plenamente felices. No lo pueden ocultar. Su cara y sus ojos reflejan esa felicidad y paz que contagian también a quien está a su lado. Y es que, como subraya la hermana Pilar Marco, “Una vida entregada al Señor es siempre fecunda”.
Las monjas de la Orden de Predicadores -dominicas- hunde sus raíces en el siglo XIII. Fueron fundadas en Prulla, sur de Francia, en 1206 por santo Domingo de Guzmán, como una comunidad de monjas que con su oración proyectarían al mundo la predicación de la Palabra que, más tarde en 1215, los frailes llevarían por el mundo. Su carisma es la predicación de la Palabra que, como contemplativas, se traduce en la oración litúrgica y personal, el estudio, la vida fraterna en comunidad y el trabajo.
Clarisas Capuchinas: los valoresevangélicos en estado puro
Fraternidad, pobreza, sencillez, oración, alegría, alabanza, humildad, trabajo, silencio, soledad, solidaridad, es decir,… Evangelio. Estos son los valores que viven las Clarisas Capuchinas en la actualidad en el monasterio de Santa Clara, en medio del bullicio de la ciudad de Valencia.
Allí, una comunidad de nueve hermanas vive en clausura, pero no aisladas del mundo ni indiferentes a las personas. Porque como explica la hermana Araceli, “el seguimiento de Cristo conlleva para nosotras, la separación del exterior, pero no se trata de despreciar otros bienes, sino de poner el amor de Cristo por encima de todo lo demás”.
Entendida de este modo, su vida contemplativa no les hace extrañas ni inútiles para la sociedad. Mediante la oración las religiosas se sienten unidas a toda la humanidad. “Oramos por los grandes problemas de la humanidad y también por las necesidades que se nos confían”, indica.
“Nuestra vida de clausura es como una voz que, en medio del silencio, recuerda a la sociedad que lo importante es otra cosa; que hay que mirar hacia arriba a la vez que se trabaja para construir un mundo mejor; que Jesucristo es el único que puede dar sentido y plenificar una vida”, añade la Hna. Araceli.

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